Cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo compartíamos habitación. El amplio escritorio estaba dividido en dos partes claramente diferenciadas. A la izquierda, mi campo de batalla...lleno de papeles arrugados, libros en vertical y horizontal, notas sueltas, muñecos, lápices fuera de su lapicero, gomas de colores, pegatinas, revistas y fotos. A la derecha, su templo zen..., rotuladores alineados, apuntes en orden, lápices dentro de su lapicero, cajones bien cerrados...
Sin embargo, siempre supe donde estaban todas mis cosas. Controlaba hasta la última esquina de cada estantería, donde vivían los pitufos de plástico que regalaban en los pastelitos
- Ana, haz tu cama-¿Para qué voy a hacerla, si se va a volver a deshacer esta noche cuando me acueste?
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::.Mi caos, mi no caos. Mi orden.¿Recuerdas cuando teníamos novios con el pelo largo?:-)
A la entrada del verano, siempre me acuerdo de cuando A. y yo dejamos de ser A. y yo. AyA. La despedida fue realmente violenta y traumática, pero a los pocos días de regresar a mi casa, me envió vía postal su agenda-diario. Al abrir el paquete cayeron sobre mi regazo un montón de migajas de galletas María Fontaneda, como delicioso detalle adjunto. Un fatal desayuno. Mientras desplegaba las tapas rojas cubiertas de tiritas, descubrí que con aquel gesto me había entregado su mundo, a la vez que renunciaba a pertenecer al mismo.
SU MUNDO. MI NO MUNDO. Esquizofrenia, psicosis....¿?
Un caos ininteligible sembrado de rayajos, espirales, pechos derramando leche, caballos, coños abiertos, pies ensangrentados y anotaciones aparentemente sinsentido me hicieron enfermar durante días. Creo recordar que lo entendí, que comprendí aquel complejo mensaje cifrado, pero quizá prefiero recordar que no lo hice. Más que nada por el vértigo y las naúseas. Por la desazón y por el deseo ferviente de aferrarme a la vida.
Aquella madeja de garabatos y frases huecas tenía que ver todo y nada conmigo, con nosotros, con su madre... La figura materna y la mía se confundían, y tan pronto encontraba páginas llenas de horribles dibujos sobre desastres nucleares y mutilaciones, complejas operaciones matemáticas, neologismos, como con poesías propias de un niño de siete años. Tiernas, pero desoladoras.
Un año después me llamó y vino a casa: dos intentos de suicidio y yo sobrevolando su cabeza como un fantasma. Su pasado era su presente y su futuro. Había logrado detener el tiempo. Era un genio, lo sabía! Pero ya se lo advertí. Aquello era mi NO MUNDO. Yo elegí vivir, elegí amar, elegí compartir, elegí perdonar y elegí comprender.
-Ana, ten mucha mano izquierda con él, está mal...- Me dijo su mamá por teléfono cuando vino a visitarme. Y no porque fuera zurda.
-¿Para qué voy a hacerla, si se va a volver a deshacer esta noche cuando me acueste? (pensé yo...)
Cuando el ordenador me dice o pregunta "trabajar sin conexión", yo me digo,
oh, sí! Es algo que me pasa continuamente... comer sin conexión, follar sin conexión, conversar sin conexión... Bien, bien, trabajar sin conexión, creo que podré con ello!Me necesitaba.
Yo también, pero sólo sobreviven los más fuertes. De todos modos, le tengo siempre muy presente, ya que me recuerda constantemente la insoportable fragilidad humana, me recuerda constantemente la insalubridad mental a la que estamos expuestos cada fin de semana encerrados en los cuartos de baño, me recuerda constantemente que la magia tan pronto aparece como se esfuma... Pero sobre todo, me recuerda constantemente lo mal que besan los demás.
Punto y aparte.
Cuando despierto con el olor del café cada mañana, me digo lo mismo que oí decir a aquella bailarina que quedó ciega:
"la vida es hermosa, tan hermosa, que hasta las lágrimas son hermosas..."
Y si no lo ves así, acaba con tu vida, pero eso sí, no olvides enviarme tu diario ¡Yo sabré qué hacer con él!
Y si me encuentras por la noche, y estás borrach@ y herid@, no dudes en lanzarte a mis brazos, empaparme la ropa con tus vómitos y vertir sobre mí todas tus miserias.
También sabré que hacer con ellas, soy una experta en reciclaje sentimental...
De segundo, croquetas.
El corazón puede sufrir también el síndrome de Diógenes, ya sabeis, esa tendencia a acumular basura emocional, a rememorar viejos traumas y recoger malas experiencias de aquí y de allá guardándolas en armarios y cajas viejas, o desparramándolas por los pasillos, por si algún día nos sirven para algo.
De repente te encuentras desbordada, no sabes cómo sacar de tu casa toda esa inmundicia, pero lo peor ¿o lo mejor? es que te has acostumbrado a ella. Tu cabeza es un enorme cajón desastre donde se agolpan las palabras que tanto te dolieron, las preguntas que nunca fueron contestadas, las desilusiones, las fotos descoloridas de los que no están y todo tipo de contratiempos, angustias, momentos de vergüenza, desvelos y recuerdos ingratos.
¿Qué hacer, entonces? Os daré varias opciones para deshaceros de toda esa apestosa basura antes de que cojais una terrible infección. Podeis echársela a los vecinos, enviarla al espacio, incluso hacer una fogata con ella y quemarla alegremente en el patio.
O quizá prefirais seguir trabajando sin conexión, comiendo sin conexión, follando sin conexión y conversando sin conexión.
Siempre es un placer deshacer todavía más una cama ya deshecha, ¿verdad?