viernes, julio 27, 2007
La Vecinita Cursi
Ayer, con los preparativos de mi inminente marcha de fin de semana a Torrevieja, recordé un capítulo de mi infancia extrañamente relacionado con La Prohibida.
Yo debía tener 8 o 9 años, más o menos la edad de esta fotografía en la que aparezco en plan chacha con la escoba y el recogedor de la señorita Pepis en ristre, algo inédito porque una de las cosas que más aborrezco en la vida son las tareas del hogar.
Veraneábamos en un pisito pequeño, y como se puede ver en la foto, con las paredes del balcón de un verde luminoso que a día de hoy me sigue pareciendo muy mágico. Cuando eres niño, las horas pasan muy lentas, entre juegos, helados, playa, sol y libretos de vacaciones santillana…
Una tarde descubrí aparcado, enfrente del balcón, un coche que hubiera hecho las delicias de ….qué se yo ¿Bárbara Cartland? ¿Penélope Glamour? ¿Agatha Ruiz de la Prada?... Era un coche blanco tipo escarabajo, decorado profusamente con corazones y estrellitas de colores, rematado con un gran arco-iris que cruzaba la carrocería casi de lado a lado. Quedé absolutamente fascinada por el mariquitonísimo descubrimiento.
-¡¡Cuando sea mayor tendré un coche así, papá!!!-
-Qué cursi eres, Ana, eso es una horterada- me contestaba.
El caso es que decidí hacer guardia los ratos que tuviera libres frente a aquel coche, asomada al balcón, para descubrir quién sería el misterioso dueño/a de aquel colorido cacharro con ese tunning tan propio de Barbie rock star.
Pero el dueño no aparecía…, el coche seguía aparcado y yo me desesperaba. Mi hermana y mis primos de vez en cuando se sumaban a mis largas tardes de guardia,hasta que un día... se hizo el milagro…
De un portal rojo inglés, salió una mujer espectacular, enfundada en una minifalda de licra y un top de colores ácidos con diversos estampados, rosa, amarillo, naranja…. Era una mezcla entre Taylor Dayne, C.C.Catch e Ivana Spagna, la reina de la bisutería pop, con esos pendientes enormes, las manos cargadas de pulseras multicolor, y el cuello enredado de collares. Tenía el pelo rizado, rubio platino con raíces oscuras, cardadísimo, como era la moda por entonces, y calzaba unos tacones de vértigo, todo ella era un show... gafas de sol acabadas en punta, andares de diva... y para rematar el conjunto, caniche entre las manos…y un maromo cachitas que venía detrás… No se me olvidará jamás aquella imagen.
Pensé que aquel chico debía de sentirse muy afortunado de tener una chica así a su lado, tan llamativa, tan guapa, con esas piernas tan bonitas, esa ropa tan alegre y conduciendo ese coche tan “chuli”.
Creo no habérselo dicho nunca, pero la primera vez que ví a La Prohibida, tan arrebatadora, tan maquillada, tan colorista, tan ochenta’s, me acordé inmediatamente de aquella vecinita fashion, de su chulazo y de su escarabajo del arco-iris. Ella era también “algo fugaz, un tanto artificial, como un flash eléctrico”, y todas mis fantasías de verano giraban en torno a cómo sería su vida, su casa, su trabajo...
”seguro que es artista o algo así…..”, “seguro que los sofás de su casa son rosas, seguro que su habitación es azul y tiene el techo salpicado de estrellas”, “seguro que por la noche se pone batas de esas transparentes como las de las películas”...
Terminó agosto y llegó la inevitable vuelta al cole, y al año siguiente, comprobé decepcionada que ya no había coche, ni vecinita, ni nada que pudiera estimular la imaginación de aquella manera.
Me pregunto donde estará ella ahora, con quién compartirá su vida, cómo vestirá, qué aspecto tendrá…será bastante mayor, supongo, porque han corrido unos cuantos años, veinte o así…
Me pregunto si todavía conduce aquel escarabajo de corazones, o si por el contrario, acabaría destrozado en algún desguace…
Me pregunto si la vecinita sexy se emocionaría al saber que alguien está evocando su recuerdo en unas pocas líneas y rescatando imágenes de su juventud perdida...
TELL IT TO MY HEART- TAYLOR DAYNE
miércoles, julio 25, 2007
Yonkis del amor
o "AMOR EN VENA"... Así es el titular utilizado por "Aquí hay tomate" para mostrar la persecución sufrida por LARA DIBILDOS, acosada en plena calle por un individuo toxicómano en pleno mono (o subidón). Normalmente no me hago eco de los sucesos tomateros, pero esta situación me ha llegado al alma...,este encuentro de civilizaciones :la bella y la bestia, la pija y el macarra, la princesa y el mendigo....Los opuestos se atraen, y quién sabe si la Dibildos cederá a sus requerimientos y acabará compartiendo un mugroso colchón lleno de chinches. Contigo pan y cebolla, contigo jeringa y cuchara...
Vemos andar por la calle a una rubísima Lara, envuelta en perfume de Channel, sin quererlo, despliega todos sus encantos de mujer... De repente, irrumpe en escena el yonki, desesperado, con esa voz de "dame argo questoy con el mono",....., y se acerca a ella haciendo gala de un gran arrojo varonil.
Pero, ¡oh, milagro! el hijo de la heroína se olvida por un momento de su adicción al polvillo blanco, picado ahora por la droga del amor,amor en vena, que le administra Lara con su sóla presencia, y de la boca del infame sólo salen hermosas palabras que dedica a su idolatrada musa. Una declaración en toda regla, la declaración de un yonki enamorado, porque ellos también tienen su corazoncito:
"LARA, LARA, ESTOY ENAMORADO DE TÍ, POR FAVOR, TE QUIERO, LARA, TE AMO...."
Por favor, que alguien cuelgue el vídeo entero en el youtube!
lunes, julio 23, 2007
Fotos del concierto en Delirio- Jarana PARTY
EL ARROZ.... de Calasparra!
Naughty Zombies : Mónica y Marcos
Paula Vázquez y Ramón García presentando la gala JARANA
estrenando mi nerdy look
un tercer miembro sorpresa , Antonio Kamikaze, una peligrosa mezcla de Aramís Fuster y Jon Bon Jovi.
Groooouaaaargh!
Naughty Zombies : Mónica y Marcos
Paula Vázquez y Ramón García presentando la gala JARANA
estrenando mi nerdy look
enfermedad llamada satiriasis.
martes, julio 17, 2007
PARTY DELIRANTE
www.myspace.com/anaelenapena
Este viernes en DELIRIO-
MADRID
CHUECA_ C/Libertad 28
Fiesta JARANA
The Perlas
Ana Elena Pena
Aviador de luxe dj
Manutxu dj
lunes, julio 09, 2007
CALL ME LADY CHAMPAGNE
Como podeis observar en esta sugerente instantánea, antes que Dita von Teese, nuestra vedette murciana Bárbara Rey ya perpetró en sus tiempos mozos el numerito sexy de la copa de Champagne, pero con más plumas. Y menos silicona, todo sea dicho.
Yo voy a hacer lo propio un día de estos, pero en una jarra de calimocho, por innovar un poco, que es como más spanish-trash , más burdesque...
¿Y TÚ DE QUIÉN ERES, DE BÁRBARA FANTA O DE DITA LIMÓN?
p.d: Al cabo de unos días de publicar esta entrada en el flog, recibo el siguiente dibujo de BELLVI
jueves, julio 05, 2007
Qué esperas de la vida???
Este es uno de esos vídeos, que, cuando la gente los ve, le entran ganas de hacerse mejor persona.
Recuerdo el "efecto Amelie", cuando se estrenó la película, la gente salía del cine convencida de que se había vuelto más bondadosa, y dispuesta a hacer cosas buenas por los demás.
Desgraciadamente, todo quedaba en agua de borrajas, al día siguente se olvidaban la lección, y los/as hijos de put... y los amargados volvían a su vida miserable. (miserable pero moderna)
Yo, como buena hipocondriaca, me he encontrado muchas veces al borde de la muerte, la enfermedad terminal (imaginarias) y la ruptura psíquica (ya tuve unas cuantas crisis nerviosas)
Y esto fue lo poquito que aprendí:
-A valorar los pequeños momentos de felicidad como algo único e irrepetible, sin pensar en que tienen que venir los grandes.
-A desear lo que tengo, aunque no tenga todo lo que deseo.
-A que pensar en la muerte, (que es inevitable) no conduce a nada. Mejor dedicarse en vida a "hacerse la maleta", y marcharse con el equipaje necesario para disfrutar del viaje final y su destino.
-A ser agradecida, que es de bien nacida.
-A mantenerme cerca de la gente inteligente, bondadosa, de la que ríe mucho y bien aunque esté loca, a la que me aporta cosas positivas y me quiere tal como soy.
-A mantener bien lejos e ignorar a aquellos que sólo aportan cosas negativas, a los que se muestran egoístas, a los que tienen una visión pesimista de la vida y se burlan de la alegría de los demás. (y a los que huelen mal o fuman mucho :-p)
-A no poner más de tres pastillas de sacarina al café con leche.
-A compadecer a los envidiosos y a los amargados que viven presos de sus manías y sus complejos,o a los que critican por criticar.
-A no escuchar canciones de Los Secretos cuando estoy de bajón.
-A apartar los malos sentimientos, el rencor, la rabia, la envidia, la pereza... a controlar los pensamientos obsesivos de fatalidad del estilo "diosmiovaapasaralgomalolose-ynomellamahabratenidounaccicentemeduelelacabezaseratumorcerebral?diosmiomispadresymisseresqueridosmoriranalgundianopodresoportarlo!!!!!!!"
(Esto no conduce a nada más que al auto-martirio y a los ataques de pánico)
-A ver las virtudes de los demás por encima de sus defectos.
-A pensar y asumir que, no es que el mundo sea violento, sino que hay violencia en el mundo. Y que algunas cosas tienen solución y otras no, gñe...
-A levantarme después de un tropiezo, y a retroceder sólo para coger carrerilla.
-A no leer libros de psicopatología y asesinos en serie antes de ir a dormir. Mejor algùn cómic de Mauro Entrialgo o Pedro Vera (aunque este último a veces también provoque pesadillas).
-A controlar la ira cuando una señora mayor se me cuela descaradamente en el Mercadona.
Todo esto no me lo enseñó este video, ni las clases de religión, ni tampoco Amelie. Me lo enseñó la vida.
También me enseñó alguna pequeña maldad y varias picardías, pero nada importante...
Recuerdo el "efecto Amelie", cuando se estrenó la película, la gente salía del cine convencida de que se había vuelto más bondadosa, y dispuesta a hacer cosas buenas por los demás.
Desgraciadamente, todo quedaba en agua de borrajas, al día siguente se olvidaban la lección, y los/as hijos de put... y los amargados volvían a su vida miserable. (miserable pero moderna)
Yo, como buena hipocondriaca, me he encontrado muchas veces al borde de la muerte, la enfermedad terminal (imaginarias) y la ruptura psíquica (ya tuve unas cuantas crisis nerviosas)
Y esto fue lo poquito que aprendí:
-A valorar los pequeños momentos de felicidad como algo único e irrepetible, sin pensar en que tienen que venir los grandes.
-A desear lo que tengo, aunque no tenga todo lo que deseo.
-A que pensar en la muerte, (que es inevitable) no conduce a nada. Mejor dedicarse en vida a "hacerse la maleta", y marcharse con el equipaje necesario para disfrutar del viaje final y su destino.
-A ser agradecida, que es de bien nacida.
-A mantenerme cerca de la gente inteligente, bondadosa, de la que ríe mucho y bien aunque esté loca, a la que me aporta cosas positivas y me quiere tal como soy.
-A mantener bien lejos e ignorar a aquellos que sólo aportan cosas negativas, a los que se muestran egoístas, a los que tienen una visión pesimista de la vida y se burlan de la alegría de los demás. (y a los que huelen mal o fuman mucho :-p)
-A no poner más de tres pastillas de sacarina al café con leche.
-A compadecer a los envidiosos y a los amargados que viven presos de sus manías y sus complejos,o a los que critican por criticar.
-A no escuchar canciones de Los Secretos cuando estoy de bajón.
-A apartar los malos sentimientos, el rencor, la rabia, la envidia, la pereza... a controlar los pensamientos obsesivos de fatalidad del estilo "diosmiovaapasaralgomalolose-ynomellamahabratenidounaccicentemeduelelacabezaseratumorcerebral?diosmiomispadresymisseresqueridosmoriranalgundianopodresoportarlo!!!!!!!"
(Esto no conduce a nada más que al auto-martirio y a los ataques de pánico)
-A ver las virtudes de los demás por encima de sus defectos.
-A pensar y asumir que, no es que el mundo sea violento, sino que hay violencia en el mundo. Y que algunas cosas tienen solución y otras no, gñe...
-A levantarme después de un tropiezo, y a retroceder sólo para coger carrerilla.
-A no leer libros de psicopatología y asesinos en serie antes de ir a dormir. Mejor algùn cómic de Mauro Entrialgo o Pedro Vera (aunque este último a veces también provoque pesadillas).
-A controlar la ira cuando una señora mayor se me cuela descaradamente en el Mercadona.
Todo esto no me lo enseñó este video, ni las clases de religión, ni tampoco Amelie. Me lo enseñó la vida.
También me enseñó alguna pequeña maldad y varias picardías, pero nada importante...
miércoles, julio 04, 2007
Cuentos presumidos
Primera entrega de mi serie "Cuentos presumidos": relatos de terror sobre niñas bonitas que perecen víctimas de su propia vanidad.
La pequeña Escarlata tenía demasiada prisa por hacerse mayor. Consideraba que los juegos propios de su edad eran para niñas tontas, y ella se creía muy lista.
Su mamá le compraba revistas con bonitos dibujos de animales para colorear, pero ella les arrancaba las hojas con furia, no sin antes llenarlas de pintarrajos. Tenía todos los caprichos que una niña de diez años podría desear, y aún así, no era feliz, y en su egoísmo, hacía todo lo posible por hacer patente su descontento, mediante travesuras y pataletas. Tenía un afán desmedido por maquillar a sus muñecas, lo cuál no hubiera molestado demasiado a su madre si no hubiera echado a perder su colección de muñecas de porcelana por culpa de los estrambóticos “make-up”, que la niña perpetraba con sus rotuladores permanentes.
Hacía tiempo que había pedido a sus padres que le regalaran un maletín de maquillaje “de verdad”, pero estos consideraron que era un regalo poco apropiado para su edad, y desde entonces, todo eran rabietas e insultos. Era imposible de controlar.
Desde pequeñita, Escarlata se sentía fascinada por el parsimonioso ritual de maquillaje que ejecutaba su madre a diario, y era, además, consciente, de las miradas de admiración y deseo que despertaba a su paso cuando la llevaba al colegio. Miradas que deseaba que algún día no muy lejano pudieran dedicarle a ella, a pesar de levantar apenas cuatro palmos del suelo. Quería ser mayor para poder coquetear.
Con frecuencia desplegaba sus “armas de seducción” con algún que otro vecino adolescente, a los que instaba a mirarle debajo de la falda, pero ni siquiera lograba que se ruborizaran con su atrevimiento. Por lo general, lo que conseguía con sus tempranas provocaciones infantiles eran únicamente risas y cierto estupor. Sólo tenía diez años y ya deseaba que la miraran con otros ojos.
-Anda, niñata descarada, vete a dar la lata a otra parte con tus majaderías-
-
Escarlata observaba a su madre sin perder detalle todas las mañanas, sentada en una esquina de la bañera. Presenciaba deleitada y maravillada todo aquel desfile de potingues, cremas, polvos y coloretes, que culminaban en…¡oooh, el pintalabios!.
Y es que aquel pintalabios dotado de un color rubí intenso que enmarcaba su boca tornándola húmeda, jugosa y deslumbrante tenía algo muy especial, tan especial como extrañamente siniestro.
Se trataba de una barra de labios “exclusiva”, que sólo podía adquirirse en una pequeña boutique de cosméticos situada detrás de su casa, regentada por una señora extranjera que vendía a su vez todo tipo de ungüentos para beneficio de las diferentes “dolencias” femeninas, tanto del cuerpo como del alma. Aceites revitalizantes , perfumes exóticos, fórmulas magistrales para combatir la depresión, la apatía o el extinto vigor del esposo, y algún que otro discreto elixir tóxico para las que tenían prisa por heredar.
En realidad más que una boutique, parecía una farmacia, y sin duda, el producto estrella eran aquellas carísimas barras de labios cuya fórmula secreta, como por encantamiento, rejuvenecía y otorgaba una sensualidad nunca vista a los labios de aquellas que lo probaban. Labios espectaculares, que al instante llamaban a la lujuria y al beso en una trampa de terciopelo y de gloss, toda una demoniaca gama de rojos intensos, bermellones, granates…, que de alguna manera alteraron el sosiego y la paz de aquel pequeño pueblo.
Las más ancianas del lugar, al igual que las mujeres de fe y de misa diaria, se persignaban nerviosas al pasar por aquella tienda, como si hubieran visto al mismo Satanás, ya que tenían a la dueña por bruja. Y no era para menos, porque muchas de ellas habían perdido a sus maridos en brazos de lascivas muchachas de labios rojos como carbones encendidos, o bien habían visto descarriarse a sus hijas adolescentes, o desaparecer para siempre subidas en la furgoneta de algún extraño.
Escarlata, sin embargo, no tenía ningún miedo, y se pasaba horas mirando a través del cristal, de puntillas, observando las idas y venidas de todo tipo de mujeres, envueltas en diferentes perfumes. Casi todas parecían señoritas de vida licenciosa, o bien lo acababan pareciendo en la segunda visita. Las faldas se acortaban, los escotes exhibían sus turgencias si ningún pudor, los cabellos se liberaban de horquillas y los labios…ay los labios… Los labios se mostraban jugosos como frutas abiertas, pero a la vez, retadores y letales como flores carnívoras . Escuchaba las estruendosas risas de las muchachas en el interior, y sus conversaciones, tan subidas de tono que en ocasiones la hacían sonrojar. La pequeña Escarlata deseaba con todas sus fuerzas poseer una de esas preciadas barritas de labios, y ya que su madre hacía tiempo que guardaba sus afeites bajo llave, cansada de sorprenderla en el baño pintada como una meretriz barriobajera.
Así que decidió que no tenía más opción que robarla…
Una aciaga tarde se acercó a la boutique, con paso decidido, y entró con sigilo… La dueña, una bellísima mujer de mediana edad con el cabello ensortijado recogido en un imposible tocado, simuló no haberse percatado de su presencia, mientras atendía a dos señoras que habían venido a comprar un preparado “energético” para maridos poco complacientes.
Cuando se marcharon aquellas dos, cerró la puerta con llave, con la niña dentro y bajó las persianas.
- ¿Buscabas algo, pequeña? Eres bonita, muy bonita- le dijo, con una voz melosa y maternal.- Si bajas conmigo al sótano, quizá pueda darte lo que estás buscando-
Nunca más se supo.
La búsqueda de la niña duró semanas, meses, los padres, angustiados, sembraron las calles de carteles con su foto, en vano. Antes que ella, habían desaparecido otras niñas del lugar, sin dejar ningún rastro.
A su mamá la invadió una pesada tristeza, y dejó de comer, de arreglarse, de dormir, aquello supuso su muerte en vida. Fueron unos meses terribles, de incansable búsqueda, y aunque nunca asumieron su pérdida ni se dieron por vencidos, poco a poco su vida ordinaria volvió a la normalidad .
Un día la mamá volvió a comer, a dormir, a vestirse de forma coqueta, a peinarse, a maquillarse, y adquirió en la pequeña boutique otra barra de labios, muchísimo más cara, y de un color escarlata tan radiante e intenso como la sangre de los inocentes….
Cuál fue su sorpresa cuando, al deslizar aquel unte por sus labios, y paladear un intenso y familiar sabor, su boca se torció en una horrible mueca de amargura y horror.
Había encontrado a su hija.
La pequeña Escarlata tenía demasiada prisa por hacerse mayor. Consideraba que los juegos propios de su edad eran para niñas tontas, y ella se creía muy lista.
Su mamá le compraba revistas con bonitos dibujos de animales para colorear, pero ella les arrancaba las hojas con furia, no sin antes llenarlas de pintarrajos. Tenía todos los caprichos que una niña de diez años podría desear, y aún así, no era feliz, y en su egoísmo, hacía todo lo posible por hacer patente su descontento, mediante travesuras y pataletas. Tenía un afán desmedido por maquillar a sus muñecas, lo cuál no hubiera molestado demasiado a su madre si no hubiera echado a perder su colección de muñecas de porcelana por culpa de los estrambóticos “make-up”, que la niña perpetraba con sus rotuladores permanentes.
Hacía tiempo que había pedido a sus padres que le regalaran un maletín de maquillaje “de verdad”, pero estos consideraron que era un regalo poco apropiado para su edad, y desde entonces, todo eran rabietas e insultos. Era imposible de controlar.
Desde pequeñita, Escarlata se sentía fascinada por el parsimonioso ritual de maquillaje que ejecutaba su madre a diario, y era, además, consciente, de las miradas de admiración y deseo que despertaba a su paso cuando la llevaba al colegio. Miradas que deseaba que algún día no muy lejano pudieran dedicarle a ella, a pesar de levantar apenas cuatro palmos del suelo. Quería ser mayor para poder coquetear.
Con frecuencia desplegaba sus “armas de seducción” con algún que otro vecino adolescente, a los que instaba a mirarle debajo de la falda, pero ni siquiera lograba que se ruborizaran con su atrevimiento. Por lo general, lo que conseguía con sus tempranas provocaciones infantiles eran únicamente risas y cierto estupor. Sólo tenía diez años y ya deseaba que la miraran con otros ojos.
-Anda, niñata descarada, vete a dar la lata a otra parte con tus majaderías-
-
Escarlata observaba a su madre sin perder detalle todas las mañanas, sentada en una esquina de la bañera. Presenciaba deleitada y maravillada todo aquel desfile de potingues, cremas, polvos y coloretes, que culminaban en…¡oooh, el pintalabios!.
Y es que aquel pintalabios dotado de un color rubí intenso que enmarcaba su boca tornándola húmeda, jugosa y deslumbrante tenía algo muy especial, tan especial como extrañamente siniestro.
Se trataba de una barra de labios “exclusiva”, que sólo podía adquirirse en una pequeña boutique de cosméticos situada detrás de su casa, regentada por una señora extranjera que vendía a su vez todo tipo de ungüentos para beneficio de las diferentes “dolencias” femeninas, tanto del cuerpo como del alma. Aceites revitalizantes , perfumes exóticos, fórmulas magistrales para combatir la depresión, la apatía o el extinto vigor del esposo, y algún que otro discreto elixir tóxico para las que tenían prisa por heredar.
En realidad más que una boutique, parecía una farmacia, y sin duda, el producto estrella eran aquellas carísimas barras de labios cuya fórmula secreta, como por encantamiento, rejuvenecía y otorgaba una sensualidad nunca vista a los labios de aquellas que lo probaban. Labios espectaculares, que al instante llamaban a la lujuria y al beso en una trampa de terciopelo y de gloss, toda una demoniaca gama de rojos intensos, bermellones, granates…, que de alguna manera alteraron el sosiego y la paz de aquel pequeño pueblo.
Las más ancianas del lugar, al igual que las mujeres de fe y de misa diaria, se persignaban nerviosas al pasar por aquella tienda, como si hubieran visto al mismo Satanás, ya que tenían a la dueña por bruja. Y no era para menos, porque muchas de ellas habían perdido a sus maridos en brazos de lascivas muchachas de labios rojos como carbones encendidos, o bien habían visto descarriarse a sus hijas adolescentes, o desaparecer para siempre subidas en la furgoneta de algún extraño.
Escarlata, sin embargo, no tenía ningún miedo, y se pasaba horas mirando a través del cristal, de puntillas, observando las idas y venidas de todo tipo de mujeres, envueltas en diferentes perfumes. Casi todas parecían señoritas de vida licenciosa, o bien lo acababan pareciendo en la segunda visita. Las faldas se acortaban, los escotes exhibían sus turgencias si ningún pudor, los cabellos se liberaban de horquillas y los labios…ay los labios… Los labios se mostraban jugosos como frutas abiertas, pero a la vez, retadores y letales como flores carnívoras . Escuchaba las estruendosas risas de las muchachas en el interior, y sus conversaciones, tan subidas de tono que en ocasiones la hacían sonrojar. La pequeña Escarlata deseaba con todas sus fuerzas poseer una de esas preciadas barritas de labios, y ya que su madre hacía tiempo que guardaba sus afeites bajo llave, cansada de sorprenderla en el baño pintada como una meretriz barriobajera.
Así que decidió que no tenía más opción que robarla…
Una aciaga tarde se acercó a la boutique, con paso decidido, y entró con sigilo… La dueña, una bellísima mujer de mediana edad con el cabello ensortijado recogido en un imposible tocado, simuló no haberse percatado de su presencia, mientras atendía a dos señoras que habían venido a comprar un preparado “energético” para maridos poco complacientes.
Cuando se marcharon aquellas dos, cerró la puerta con llave, con la niña dentro y bajó las persianas.
- ¿Buscabas algo, pequeña? Eres bonita, muy bonita- le dijo, con una voz melosa y maternal.- Si bajas conmigo al sótano, quizá pueda darte lo que estás buscando-
Nunca más se supo.
La búsqueda de la niña duró semanas, meses, los padres, angustiados, sembraron las calles de carteles con su foto, en vano. Antes que ella, habían desaparecido otras niñas del lugar, sin dejar ningún rastro.
A su mamá la invadió una pesada tristeza, y dejó de comer, de arreglarse, de dormir, aquello supuso su muerte en vida. Fueron unos meses terribles, de incansable búsqueda, y aunque nunca asumieron su pérdida ni se dieron por vencidos, poco a poco su vida ordinaria volvió a la normalidad .
Un día la mamá volvió a comer, a dormir, a vestirse de forma coqueta, a peinarse, a maquillarse, y adquirió en la pequeña boutique otra barra de labios, muchísimo más cara, y de un color escarlata tan radiante e intenso como la sangre de los inocentes….
Cuál fue su sorpresa cuando, al deslizar aquel unte por sus labios, y paladear un intenso y familiar sabor, su boca se torció en una horrible mueca de amargura y horror.
Había encontrado a su hija.
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