martes, diciembre 21, 2004

La hipersexualización de las niñas

La obsesión por alcanzar un cuerpo perfecto y unas medidas de escándalo se manifiesta a edades cada vez más tempranas. Las niñas, cada vez más influenciadas por la publicidad y los modelos televisivos, comienzan a manifestar precoces deseos de resultar atractivas, de parecer sexys. Y cuando digo niñas no me refiero a adolescentes quinceañeras, sino a prepúberes de tan solo diez o doce años que ya empiezan a adoptar comportamientos impropios de su tierna edad.
Los preadolescentes, que no dejan de ser niños en fase de desarrollo, viven obsesionados por la idea de la popularidad, desesperados por gustar y ser aceptados, aún a riesgo de perder en el intento su personalidad y renunciar a sus valores. Pero, ¿qué valores?.
A los diez años, las niñas de la generación de los ochenta aún jugábamos con las Nancys y nos manchábamos de barro en el parque. Muchos se esfuerzan en recordar a Barbie como estereotipo de mujer florero, rubia, sexy y ñoña, pero el mito que se ha generado alrededor de esta explosiva rubia de plástico tiene poco de realidad, si nos esforzamos en hacer un poco de memoria… Barbie tenía muchos modelitos, y se la notaba preocupada por su imagen, pero también desempeñaba distintos oficios, era secretaria, atleta olímpica, cantante Rock-star, peluquera, enfermera, médico, veterinaria,…, y Ken pululaba por ahí a ver si pescaba algo… Pero Barbie era percibida fundamentalmente como una mujer independiente, y sobre todo, versátil, aunque lo cierto es que los oficios que desempeñaba eran más bien propios de mujeres, pero claro, eran otros tiempos. Ahora hay barbies mucho más políticamente correctas, y de algún modo la muñeca ha sabido adaptarse a los recientes cambios sociales.

-El reverso siniestro de la señorita Pepis
La nueva hornada de muñecas para las niñas parece sacada de un capítulo de Beverly Hills o de una ilustración de Jordi Labanda pero con un toque arrabalero. Las “Flavas”, las "Bratzal" o "My Scene", igual que sus compañeros masculinos, son absolutamente fashion, están obsesionadas por la moda y por ir “a la última”, y cada una de estas frívolas petardas va acompañada de una multitud de complementos “femeninos” para estar siempre perfecta(porque nunca se sabe...), tales como secadores, set de maquillaje, botas con estampados felinos, rizadores de pelo, espejo, gafas de sol imitando las formas de las marcas más punteras, etc…Todo en tamaño diminuto y con detalles de un realismo y precisión asombrosos.
El marketing prematuro de ciertos productos da lugar a un simulacro de la sexualidad que puede ser malinterpretado por ciertos adultos (o no). El maletín de la señorita Pepis de toda la vida, con cuatro chucherías que ni siquiera pintaban bien, ha sufrido un proceso de sofisticación. Ahora las sombras de ojos vienen con estridentes colores, los brillos de labios en tonos golosos y afrutados, rojos escandalosos, se incorpora el eye-liner, la máscara de pestañas, el esmalte de uñas y pulseras y ornamentos dignas de una mata-hari. Cuando acaba la sesión de estilismo es inevitable sentir cierto horror: las niñas han mutado en pequeñas furcias con aspecto de cacatúa, como unas miniaturas replicantes aspirantes a vedette del barrio chino, con sus largas uñas postizas, sus pendientes de perlas de plástico, sus tatuajes de quita y pon y sus extensiones de trenzas de colorines.
Estos “toques adultos” de ciertos productos, en especial los que van dirigidos al sexo femenino, configuran de algún una estrategia de mercado. Las casas de moda y cosméticos ya tienen aseguradas fieles comparadoras en estas precoces señoritas. La revolución sexual a la que han contribuido los medios de comunicación ha producido un incremento de cantidad y disponibilidad de pornografía infantil y la sexualización de las niñas en los propios medios. Verlos competir imitando a modelos y cantantes , bailando con ademanes adultos, es muy frecuente.La gran pantalla tampoco da buenos ejemplos, si bien el cine de los ochenta explotaba la obsesión de los adolescentes por “mojar”, tipo “Porky¨s”, y los patitos feos lograban la popularidad deseada propugnando valores como la solidaridad y el valor, y triunfando la personalidad por encima de todo, el cine actual es bien distinto.
Los protagonistas son gente “cool”, estrellas del deporte, reinas de la belleza, chicos ricos y animadoras, obsesionados por la moda y por las marcas. La explotación de la sexualidad sigue vigente, pero la novedad imperante es la explotación del consumismo. Películas como “Fuera de onda”, “Alguien como tú”, “Juego de campeones”, “Una rubia muy legal”, envían a los adolescentes el mensaje de que si quieres triunfar, si quieres ser popular, tienes que cultivar tu imagen hasta el paroxismo, adaptándote al molde lijando tus contornos y renunciando a lo que queda de tí.
Las chicas quieren ser “cheer-leaders”, reinas del baile, afamadas cantantes, ellos, quieren ser estrellas del béisbol y contar con una legión de admiradoras complacientes enfundadas en diminutos tops ajustados y faldas reducidas a su máxima expresión. Él, viril, fuerte, seductor, promiscuo y competitivo, ella, guapísima, sexy, rubísima, impecable, a la última, 90-60-90, con cierto empuje y picardía al principio pero dispuesta a ser redimida después por el maromo de turno y convertirse en la pasiva mujer florero que ya se dislumbraba al principio.
El caso de la prostitución de las preadolescentes en Japón para conseguir lujosos caprichos de marca, es un fenómeno sin precedentes en la historia y que destapa el lado siniestro del consumismo.

-Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?
Las películas de cambio de imagen, en las que el chico pobre o la chica fea pasaban de ser freaks marginados a convertirse en la estrella del instituto, han sufrido también cambios sustanciales de un tiempo a esta parte. Si bien en las películas de los ochenta triunfaba la personalidad y el carácter subversivo de sus protagonistas, ahora eso se arregla con una sesión de maquillaje y estilismo en el caso de las chicas y con una demostración de fuerza, valor o virilidad en el caso de los chicos.
Este género cinematográfico(si se puede ya hablar de él como tal), es absolutamente previsible. Chica nueva llega al instituto, probablemente es rara porque viene del pueblo y no se ha enterado de que va la historia. Como lleva ropa vulgar, que además no marca sus pechos ni su trasero, no se maquilla y lleva gafas y coleta, es fea. Por lo tanto, no triunfa ni se adapta. Las chicas se burlan de ella y los chicos también. Todos la detestan porque es rara, porque es “diferente”, o sea, porque tiene personalidad propia. De repente, un alma caritativa a modo de hada madrina, normalmente una amiga o una profesora, se propone transformar en princesa a la pobre Cenicienta, y que mejor manera que someterla a un cambio de imagen. La chica fea y rara se vuelve de repente popular al soltarse el pelo, darse una capa de maquillaje y ponerse vestidos sexys y ajustados que realzan su figura. Entonces el chico guapo y popular se enamora de ella y colorín colorado.
Por supuesto, esto se presta a multitud de variantes, pero el esquema básico es principalmente este. Para ser popular, para gustar, lo único que se requiere es un pleno compromiso con las convenciones sociales de la belleza, lo que testifica el poder de las identidades artificiales y construidas.
La presión que ejerce la televisión y la publicidad sobre las jóvenes es brutal, y sus consecuencias son verdaderamente caóticas. Las adolescentes desean convertirse cad vez antes en objetos eróticos de consumo, y anhelan parecerse a las modelos de las revistas, nacaradas sílfides de bocas carnosas y pechos ( y cintura) imposibles. Lo que probablemente no saben es que se trata de una imagen irreal, adulterada por el fotoshop. Las chicas reales tienen poros en la piel, granitos, rojeces, vello, estrías y celulitis, en mayor o menor grado, y es absurdo aferrarse a un imposible, porque la perfección no existe, y además, no tiene por qué darnos la felicidad necesariamente.
A consecuencia del bombardeo incesante de mensajes subliminales, y no tan subliminales, que empujan a la mujer a obsesionarse por su imagen, los trastornos alimenticios están a la orden del día, y el número de víctimas de la anorexia y la bulimia se ha disparado en los últimos años hasta el punto de configurar un fenómeno contemporáneo, y los síntomas comienzan a aparecer en edades cada vez más tempranas.
-Mamá, quiero ser artista
La obsesión por la cirugía también alcanza cotas bochornosas, algunas niñas que ni siquiera han completado el desarrollo de sus pechos ya planean operarse en cuanto obtengan la mayoria de edad y el permiso paterno. No es raro que las niñas pidan para reyes o a modo de gratificación por unas buenas notas, un implante mamario o una sesión de colágeno para aumentar los labios. Y lo digo con conocimiento de causa. Mi tió es cirujano y también me cuenta con estupor como vienen chicas cada vez más jóvenes a su consulta, para quitarse las costillas flotantes y afinar su cintura y para lograr la ansiada 95 de pecho y desafiar la ley de la gravedad.
Muchas de estas intervenciones de cirugía tienen su origen en una falta de autoestima y en una suerte de autodesprecio. La chica que opta por la remodelación plástica elige obsesionarse por su cuerpo y tratar de dominarlo en vez de esforzarse por trascenderlo, olvidándose de él.
Esto no tendría por qué ser negativo, si no fuera porque da lugar a multitud de complejos y las adolescentes se ven abocadas a una carrera imparable y suicida hacia la perfección. Aún no han desarrollado su carácter, ni su crecimiento, cuando ya están pensando en desarrollar sus pechos y en inflar sus belfos. “Como fulanita y menganita se han operado yo no voy a ser menos…” (culo veo culo quiero).
La silicona a ayudado a muchas personas a sentirse cómodas con su imagen pero también ha causado estragos… Los labios no dejan de tener el aspecto de dos chistorras (recordemos el horror de la boca de rape de Tamara, Melanie Griffith, Esther Cañadas y la neumática Yola Berrocal) y una vez hecho el desaguisado, difícilmente tiene arreglo. Los pechos no siempre pueden quedar bien, y siempre está el riesgo de infección, recachazo o encapsulamiento(endurecimiento de las mamas acompañado de fuertes dolores), aparte de que hay que renovar las prótesis cada 3 o 4 años, lo que supone una cierta esclavitud que se convierte en pura adicción al quirófano.
La pornografía ha tenido más difusión que nunca en la era Internet, y los publicistas recogen ahora los frutos por la obsesión por el cuerpo que ha contribuido a sembrar. Las chicas de diez años admiran a iconos sexuales del mundo de la moda, el cine o la canción y no dudan en emularlas, incluso vistiendo, para espeluzne de sus padres. Britney Spears, Christina Aguilera, etc…,cuentan con toda una legión de fans incondicionales, cada vez mas niñas, obsesionadas por el triunfo y el sex-appeal.
Programas como “Menudas estrellas” y “Eurojunior”, contribuye a reforzar la teoría de que los niños cada vez son más precoces. Esas niñas pintadas como puertas, embutidas en ajustados trajes y contoneando las caderas como bailarinas de strip-tease imitando a sus divas del pop resultan cuanto menos escalofriantes, y en ocasiones roza lo pornográfico. Las pequeñas tonadilleras no cabe duda que han sido influenciadas por madres frustradas que desde pequeñas les introdujeron la obsesión por la peineta y la copla, porque a ver, una niña de motu propio no se pone a tocar las castañuelas ni pide para Reyes el disco de la Piquer. Las niñas no admiran, ni quieren mucho menos parecerse, a las folklóricas vetustas que toman la merienda con Jose Manuel Parada en Cine de barrio. No son sexys. Las niñas quieren parecerse a las Spice Girls, sobre todo a Victoria “posh”, la pija, mujer picante redimida y reconvertida en la flagrante esposa de un famosísimo, riquísimo y guapísimo futbolista metrosexual.

-De estrellitas a estrellados: la maldición de los niños prodigio
Los niños prodigio suelen acabar mal, y de encantadoras y angelicales criaturas talentosas pasan a ser adultos atrofiados, con tendencia a los excesos y a los comportamientos autodestructivos. Joselito es un ejemplo bastante ilustrativo de estrella estrellada. El pequeño ruiseñor ya no trina, tras caer en el mundo de la droga y el putiferio, solo le queda cantar bingo, y ni eso. Judy Garland tampoco acabó muy bien, alcohólica y politoxicómana. Marisol reniega de su etapa de estrella infantil y Rocío Dúrcal también logró superar la explotación a la que fue sometida cuando era “mas bonita que ninguna”.
Antes los niños vivían fascinados por Peter Pan, no querían hacerse mayores, sino permanecer eternamente en el paraíso de la infancia. Ahora viven obsesionados por crecer, por conducir coches, maquillarse y hacer cosas de adultos, la edad del juego y la experimentación se acorta, la cultura de la imagen nos ofrece productos cada vez más manufacturados. Videojuegos, muñecas fashion con una imagen muy determinada , dejan muy poco lugar a la imaginación. Es cierto que hay otro tipo de juguetes mucho más didácticos y que ayudan al niño a desarrollar su imaginación y a forjarse una personalidad, pero los favoritos para los niños siguen siendo la Play Station, y para las niñas el karaoke y las muñecas petardas. Otro dato importante es que los niños cada vez juegan más tiempo solos. Se ha perdido en mucho la vivencia de barrio, de calle, y la falta de interacción social vuelve a estos niños más inhibidos, y por tanto, más vulnerables ante el impacto mediático del consumismo.
Por otra parte, los padres trabajan más que antes, y crece el número de familias monoparentales, con lo que los niños pasan más tiempo con la televisión y con el ordenador que con sus progenitores(lo cual a veces no está tan mal…). Los niños saben explotar el sentimiento de culpa de sus padres, que acaban cediendo a sus demandas y destinando más dinero a sus caprichos.
No cabe duda de que los centros comerciales son el paraíso soñado para muchos adolescentes y un hogar posible para identidades perdidas.

2 comentarios:

RUFUS dijo...

estoy deacuerdo, las pautas culturales al culto del exito son precoces y asfixiantes pero yo no haria distincion de generos, tanto el chico como la chica tienen presion para triumfar en la esfera social.

Anna dijo...

Coincidiendo en algunas cosas con el comentario inicial, les comparto el vínculo de un documental Canadiense en donde precisamente se discute la hipersexualización de las niñas.

http://www.nfb.ca/film/sexy_inc/?ec=en20091202