"Cántame un pasodoble españoooool!"
"Tengo un tractor amarillooo, que es lo que se lleva ahooora!!"
"Hace tiempo que sueño su bocaaa, que la vida se me ha vuelto locaaaa...."
Una fan enloquecida le lanzó un sujetador, como a Jezulín de Ubrique!
"Por eso veteee, olvida mi nombre, mi cara, mi casaaa y pega la vueltaaaaa!!"
"Siempre que vuelves a casaaa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masaaaaa..."
¡Novedad!¡Una foto sin papadas! :-D
Mejor morir de pie que vivir arrodillada como una perra... Putita, más fina que las gallinas
(Ya se leen bien los acentos, ¡hurra!)
sábado, julio 30, 2005
miércoles, julio 20, 2005
Como echar a perder un ligue en 10 días
Por Michele Alexander & Jeannie Long
Dia 1:
-Conócele en una fiesta.
-Deshazte de sus amigos y convéncele de que vaya a casa contigo.
-Acuéstate con él y asegúrate de hacerle saber que no es el primero.
-Después, ponte a hablar como una loca y pregúntale si le parece que estás gorda.
- Bautiza a su pene con un mote gracioso.
DIA 2:
-Llévale a un restaurante y siéntate a su lado. Acúsale de ligar con la camarera y pregúntale si la encuentra más guapa que a tí.
-No comas nada. Si él insiste en que pidas algo, que sea una ensalada pequeña sin aliñar.
-Pregúntale si has engordado desde que os conoceis.
-Pasaros por algún videoclub y alquila alguna película romántica, tipo "Cuando Harry encontró a Sally"
-Refiérete a él como "mi novio"
-Cuando llegues a casa, llámale, cuanto más tarde mejor. Dile que le amas.
DIA 3
-Hazle una visita y regálale una planta.
-Deslízate sigilosamente en su dormitorio, coje unos jerseys y unos calzoncillos de su armario y póntelos.
-Saca tu perfume del bolso y rocía su almohada con él.
-Déjate una prenda olvidada en su casa.
-Si suena su teléfono, contesta tú misma.
-En cuanto llegues a tu casa, llámale.
-Llama otra vez, y pregúntale si ese día le ha parecido que estabas más gorda.
-Pídele que vaya a verte, y si está muy cansado, dile que vas tú misma y le llevas algo de comer.
-Antes de acostaros, pregúntale si todavía te respeta.
-Dile que te recuerda a tu padre.
-Después de hacer el amor, llora desconsoladamente.
DIA 4:
-Levántate temprano y limpia su casa.
-Ponte a cotillear con su compañero de piso y no te vayas hasta que te echen.
-Cómprale un marco grabado para poner fotos de los dos.
-Si ese dia te sugiere q va a salir con sus amigos, dile que te llame.
-Si no lo hace, llámale tú. Vístete y ve a su casa a toda pastilla antes de que se quede dormido.
-Llevate tu propia almohada, y una bolsa con el camisón y una muda. Pregúntale si tiene un cajón libre para tí.
-Antes de dormir pregúntale si piensa en tí durante el día. Dile que tú no haces otra cosa. Besuquéale.
DIA 5:
-Si te despiertas y no está, tranquila, volverá. Mantente ocupada y registra todos sus cajones, lee todas sus agendas.
-Llama a su madre y preséntate tú misma.
-Cuando llegue preséntate con una camisa suya y empieza a soltar datos que hayas leído en su agenda.
-Pregúntale si todavía siente algo por su "ex"
-Cómprate un test de embarazo en la farmacia y llámale papi.
-Habla todo el tiempo con voz de niñita.
DIA 6:
-Menciona el dia 1 diciendo “te acuerdas cuando…?”
-Graba una cinta con todas “vuestras canciones”
-Córtate el pelo como su ex
-Después de hacer el amor, haz el test para parejas del Telva.
DIA 7 -Dile que le amas, no le dejes abrir la boca y añade que no hace falta que hable porque sabes muy bien lo que siente.
-Apúntate a su gimnasio, y hazte la encontradiza. Habla sin parar.
-Coméntale que dejaste la píldora porque te hacía engordar. Pregúntale de nuevo si te ve más gorda.
DIA 8:
-Dile que nunca te ha durado tanto un novio.
-Y que conociste a tu último novio a través de Internet.
-Sugiérele abstinencia, así, la próxima vez será mejor.
DIA 9:
-Múdate a su barrio.
-Invita a tus padres, que viven tan lejos, a que vengan para conocerle.
-Nunca hables de ti en primera persona. De ahora en adelante serás “nosotros”
DIA 10:
-Repróchale lo mucho que ha cambiado y que se ha convertido en un perfecto desconocido.
-Sugiérele hacer terapia de pareja.
-Pregúntale constantemente qué piensa. Utiliza la frase “¿Qué me das si adivino lo que estás pensando?”
-Pasa por delante de su casa con el coche una y otra vez.
-Déjale un poema y una rosa en la puerta de su casa.
-Espíale desde detrás de un árbol de su calle (te puede estar engañando)
-Enfréntate a él, grita, llora, tírale un zapato a la cabeza, desmáyate sobre el capó de su coche. Haz lo que sea para que vuelva.
-Si no funciona, recuerda que “si amas algo, déjalo libre, si vuelve es que así debía ser”
-Vete a una fiesta.
-Conoce a otro chico y empieza de nuevo desde el día 1
:-/
Dia 1:
-Conócele en una fiesta.
-Deshazte de sus amigos y convéncele de que vaya a casa contigo.
-Acuéstate con él y asegúrate de hacerle saber que no es el primero.
-Después, ponte a hablar como una loca y pregúntale si le parece que estás gorda.
- Bautiza a su pene con un mote gracioso.
DIA 2:
-Llévale a un restaurante y siéntate a su lado. Acúsale de ligar con la camarera y pregúntale si la encuentra más guapa que a tí.
-No comas nada. Si él insiste en que pidas algo, que sea una ensalada pequeña sin aliñar.
-Pregúntale si has engordado desde que os conoceis.
-Pasaros por algún videoclub y alquila alguna película romántica, tipo "Cuando Harry encontró a Sally"
-Refiérete a él como "mi novio"
-Cuando llegues a casa, llámale, cuanto más tarde mejor. Dile que le amas.
DIA 3
-Hazle una visita y regálale una planta.
-Deslízate sigilosamente en su dormitorio, coje unos jerseys y unos calzoncillos de su armario y póntelos.
-Saca tu perfume del bolso y rocía su almohada con él.
-Déjate una prenda olvidada en su casa.
-Si suena su teléfono, contesta tú misma.
-En cuanto llegues a tu casa, llámale.
-Llama otra vez, y pregúntale si ese día le ha parecido que estabas más gorda.
-Pídele que vaya a verte, y si está muy cansado, dile que vas tú misma y le llevas algo de comer.
-Antes de acostaros, pregúntale si todavía te respeta.
-Dile que te recuerda a tu padre.
-Después de hacer el amor, llora desconsoladamente.
DIA 4:
-Levántate temprano y limpia su casa.
-Ponte a cotillear con su compañero de piso y no te vayas hasta que te echen.
-Cómprale un marco grabado para poner fotos de los dos.
-Si ese dia te sugiere q va a salir con sus amigos, dile que te llame.
-Si no lo hace, llámale tú. Vístete y ve a su casa a toda pastilla antes de que se quede dormido.
-Llevate tu propia almohada, y una bolsa con el camisón y una muda. Pregúntale si tiene un cajón libre para tí.
-Antes de dormir pregúntale si piensa en tí durante el día. Dile que tú no haces otra cosa. Besuquéale.
DIA 5:
-Si te despiertas y no está, tranquila, volverá. Mantente ocupada y registra todos sus cajones, lee todas sus agendas.
-Llama a su madre y preséntate tú misma.
-Cuando llegue preséntate con una camisa suya y empieza a soltar datos que hayas leído en su agenda.
-Pregúntale si todavía siente algo por su "ex"
-Cómprate un test de embarazo en la farmacia y llámale papi.
-Habla todo el tiempo con voz de niñita.
DIA 6:
-Menciona el dia 1 diciendo “te acuerdas cuando…?”
-Graba una cinta con todas “vuestras canciones”
-Córtate el pelo como su ex
-Después de hacer el amor, haz el test para parejas del Telva.
DIA 7 -Dile que le amas, no le dejes abrir la boca y añade que no hace falta que hable porque sabes muy bien lo que siente.
-Apúntate a su gimnasio, y hazte la encontradiza. Habla sin parar.
-Coméntale que dejaste la píldora porque te hacía engordar. Pregúntale de nuevo si te ve más gorda.
DIA 8:
-Dile que nunca te ha durado tanto un novio.
-Y que conociste a tu último novio a través de Internet.
-Sugiérele abstinencia, así, la próxima vez será mejor.
DIA 9:
-Múdate a su barrio.
-Invita a tus padres, que viven tan lejos, a que vengan para conocerle.
-Nunca hables de ti en primera persona. De ahora en adelante serás “nosotros”
DIA 10:
-Repróchale lo mucho que ha cambiado y que se ha convertido en un perfecto desconocido.
-Sugiérele hacer terapia de pareja.
-Pregúntale constantemente qué piensa. Utiliza la frase “¿Qué me das si adivino lo que estás pensando?”
-Pasa por delante de su casa con el coche una y otra vez.
-Déjale un poema y una rosa en la puerta de su casa.
-Espíale desde detrás de un árbol de su calle (te puede estar engañando)
-Enfréntate a él, grita, llora, tírale un zapato a la cabeza, desmáyate sobre el capó de su coche. Haz lo que sea para que vuelva.
-Si no funciona, recuerda que “si amas algo, déjalo libre, si vuelve es que así debía ser”
-Vete a una fiesta.
-Conoce a otro chico y empieza de nuevo desde el día 1
:-/
miércoles, julio 06, 2005
El desamor escuece
EL DESAMOR ESCUECE- Por Rosa Montero
Conozco a una chica de 20 años que se pasó el fin de semana esperando a que él la llamara y él no llamó nunca. La vi el lunes taciturna y furibunda, aplastada por la gravedad de la vida: es notable lo que aumenta el peso de la existencia cuando el desamor te ha hincado el diente. Si tu amado no te ama (si tu amada te ignora), el futuro te parece tan gris como una tarde de tormenta. Días interminables, meses aburridísimos, una vida sin sentido. Porque el amor es una droga, y todo drogadicto cree que no puede sobrevivir sin la sustancia a la que está enganchado. Por eso a mi amiga se le había apagado el mundo aquel lunes funesto: nada existe, nada palpita, nada brilla si no te miran los ojos que tú quieres que te miren de la manera en que quieres ser mirado.
El desamor abrasa. Sobretodo al principio, sobretodo si tienes 20 años. Porque entonces te llegas a creer que tus pasiones son auténticas fuerzas de la naturaleza, tan ajenas a tu voluntad como los oscuros planetas que cruzan el arco del cielo. Y así, cuando eres joven, crees que tu amado es irremplazable, que no hay otro ser en el mundo tan maravillosos ni tan atractivo. Que nunca podrás amar a nadie de ese modo.
Luego pasan los años, las parejas, los enamoramientos fulminantes, los desencantos. Se te va poblando la memoria de pasiones apagadas y aprendes a relativizar tus sentimientos: sabes, por ejemplo, que el amor que estás perdiendo no es el único, y que tal vez ni siquiera es amor. Pero, aún así el desamor escuece: el dolor está en su naturaleza, es corrosivo. Tiene, como la lejía, un ardor frío.
Y así, esperas esa llamada telefónica que nunca llega y rabias. Esperas la palabra justa que el otro no pronuncia y te desesperas. Esperas un milagro final; que él, o ella, se comporten de una manera distinta a como siempre son, o lo que es lo mismo, que sean otros. Pero él, o ella, suelen manifestar una mezquina y empecinada tendencia a seguir siendo como son y a no convertirse en el amado ideal que uno busca y desea. Y entonces uno se deprime, se acongoja y se abruma. Te duelen las yemas de los dedos del ansia de tocar, no ya el cuerpo esquivo de tu amado, sino más bien su alma: porque quieres atrapar ese espejismo de amor que se te escapa. Pero es como encerrar una voluta de humo en una jaula: cuando el desamor te ha hincado el diente, suele comerte entera. Eso también se aprende con los años.
Quise decirle aquel lunes a mi amiga tan joven y tan triste que, con el tiempo, el mundo vuelve a pintarse de colores y a recobrar su brillo. Pero no abrí la boca, porque pensé que me daría la razón como se la daría a un loco y que su corazón no me creería. Pude decirle también que hay un desamor más cruel y doloroso que el que te dejen de querer: cuando sientes que el brillo de la pasión se va apagando, que la hoguera se convierte en una brasa. Amaste, lo sabes porque tu memoria te lo dice, pero tus sentimientos no lo recuerdan. Miras las viejas fotos de los primeros días de tu pasión, y no te reconoces en esa sonrisa, en esa emoción de sentirse juntos, en esa intensidad de bien quererse. ¿de verdad te palpitaba el corazón, se te nublaba la vista, perdías el aliento cuando le veías? Donde ayer hubo un horno y el resplandor de un sol hoy hay una polvareda de cenizas.
Quizá habéis vivido juntos durante años; quizá tienes hijos con él o has comprado una casa con ella. Le quieres como se quiere a la familia: con un cariño acostumbrado. Pero en algún minuto de esa travesía temporal que habéis hecho en la vida tú has perdido el contacto con el otro. La mayoría de las veces no es cuestión de culpas, sino de desencuentros; la otra deja de ser la esposa que soñaste, el otro ya no encarna a tu pareja ideal. O más bien es cosa tuya: eres tú quien ha dejado de poner en el otro la ilusión del amor. Los pequeños rencores, las pequeñas disputas, las soledades medianas y los grandes malentendidos: toda esa basurilla que te echa encima, en suma, la abrasadora convivencia puede agotar en ti el enamoramiento que antaño sentiste. Porque el amor, por mucho que mi amiga veinteañera crea ahora, en su despecho, lo contrario, es una planta delicada y débil, a la que hay que regar con mucho tiento para que no se seque.
Duele el desamor, pues, tanto si no te aman como si tú no amas. Pero cuando aprieta el desaliento y te arde la despellejada piel del alma de un desamor reciente, conviene pensar algunas consideraciones que también pude hacerle a mi amiga y no le hice. Primero, que uno no puede pasar por la vida sin mancharse y sin herirse, y que todo lo importante tiene un precio: y así, el dolor del desamor (y atreverse a afrontarlo) es el precio de tu capacidad de amar y de esa intensidad gloriosa, vida pura, que la pasión te ofrece. Segundo, que en todas las rupturas se aprende algo. Y tercero, que el amor no está en el otro, sino en ti mismo: si una vez amaste, lo volverás a hacer. Y siendo más sabio.
Conozco a una chica de 20 años que se pasó el fin de semana esperando a que él la llamara y él no llamó nunca. La vi el lunes taciturna y furibunda, aplastada por la gravedad de la vida: es notable lo que aumenta el peso de la existencia cuando el desamor te ha hincado el diente. Si tu amado no te ama (si tu amada te ignora), el futuro te parece tan gris como una tarde de tormenta. Días interminables, meses aburridísimos, una vida sin sentido. Porque el amor es una droga, y todo drogadicto cree que no puede sobrevivir sin la sustancia a la que está enganchado. Por eso a mi amiga se le había apagado el mundo aquel lunes funesto: nada existe, nada palpita, nada brilla si no te miran los ojos que tú quieres que te miren de la manera en que quieres ser mirado.
El desamor abrasa. Sobretodo al principio, sobretodo si tienes 20 años. Porque entonces te llegas a creer que tus pasiones son auténticas fuerzas de la naturaleza, tan ajenas a tu voluntad como los oscuros planetas que cruzan el arco del cielo. Y así, cuando eres joven, crees que tu amado es irremplazable, que no hay otro ser en el mundo tan maravillosos ni tan atractivo. Que nunca podrás amar a nadie de ese modo.
Luego pasan los años, las parejas, los enamoramientos fulminantes, los desencantos. Se te va poblando la memoria de pasiones apagadas y aprendes a relativizar tus sentimientos: sabes, por ejemplo, que el amor que estás perdiendo no es el único, y que tal vez ni siquiera es amor. Pero, aún así el desamor escuece: el dolor está en su naturaleza, es corrosivo. Tiene, como la lejía, un ardor frío.
Y así, esperas esa llamada telefónica que nunca llega y rabias. Esperas la palabra justa que el otro no pronuncia y te desesperas. Esperas un milagro final; que él, o ella, se comporten de una manera distinta a como siempre son, o lo que es lo mismo, que sean otros. Pero él, o ella, suelen manifestar una mezquina y empecinada tendencia a seguir siendo como son y a no convertirse en el amado ideal que uno busca y desea. Y entonces uno se deprime, se acongoja y se abruma. Te duelen las yemas de los dedos del ansia de tocar, no ya el cuerpo esquivo de tu amado, sino más bien su alma: porque quieres atrapar ese espejismo de amor que se te escapa. Pero es como encerrar una voluta de humo en una jaula: cuando el desamor te ha hincado el diente, suele comerte entera. Eso también se aprende con los años.
Quise decirle aquel lunes a mi amiga tan joven y tan triste que, con el tiempo, el mundo vuelve a pintarse de colores y a recobrar su brillo. Pero no abrí la boca, porque pensé que me daría la razón como se la daría a un loco y que su corazón no me creería. Pude decirle también que hay un desamor más cruel y doloroso que el que te dejen de querer: cuando sientes que el brillo de la pasión se va apagando, que la hoguera se convierte en una brasa. Amaste, lo sabes porque tu memoria te lo dice, pero tus sentimientos no lo recuerdan. Miras las viejas fotos de los primeros días de tu pasión, y no te reconoces en esa sonrisa, en esa emoción de sentirse juntos, en esa intensidad de bien quererse. ¿de verdad te palpitaba el corazón, se te nublaba la vista, perdías el aliento cuando le veías? Donde ayer hubo un horno y el resplandor de un sol hoy hay una polvareda de cenizas.
Quizá habéis vivido juntos durante años; quizá tienes hijos con él o has comprado una casa con ella. Le quieres como se quiere a la familia: con un cariño acostumbrado. Pero en algún minuto de esa travesía temporal que habéis hecho en la vida tú has perdido el contacto con el otro. La mayoría de las veces no es cuestión de culpas, sino de desencuentros; la otra deja de ser la esposa que soñaste, el otro ya no encarna a tu pareja ideal. O más bien es cosa tuya: eres tú quien ha dejado de poner en el otro la ilusión del amor. Los pequeños rencores, las pequeñas disputas, las soledades medianas y los grandes malentendidos: toda esa basurilla que te echa encima, en suma, la abrasadora convivencia puede agotar en ti el enamoramiento que antaño sentiste. Porque el amor, por mucho que mi amiga veinteañera crea ahora, en su despecho, lo contrario, es una planta delicada y débil, a la que hay que regar con mucho tiento para que no se seque.
Duele el desamor, pues, tanto si no te aman como si tú no amas. Pero cuando aprieta el desaliento y te arde la despellejada piel del alma de un desamor reciente, conviene pensar algunas consideraciones que también pude hacerle a mi amiga y no le hice. Primero, que uno no puede pasar por la vida sin mancharse y sin herirse, y que todo lo importante tiene un precio: y así, el dolor del desamor (y atreverse a afrontarlo) es el precio de tu capacidad de amar y de esa intensidad gloriosa, vida pura, que la pasión te ofrece. Segundo, que en todas las rupturas se aprende algo. Y tercero, que el amor no está en el otro, sino en ti mismo: si una vez amaste, lo volverás a hacer. Y siendo más sabio.
lunes, julio 04, 2005
Bésame mucho
Un beso es la yuxtaposición anatómica de dos músculos "orbicularis oris" en un estado de contracción.
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