martes, noviembre 04, 2008

Duérmete niña

Luchas por mantener el equilibrio, y evitas a toda costa dejarte caer porque no sabes si habrá una red que amortigüe la caída. O unos brazos que te digan "shhh, no ha pasado nada" . Y si la hubiera, y si los hubieran, tampoco estás seguro de si serán los bastante fuertes como para aguantar tu peso. Y no sólo tu peso, sino el peso de todo aquello que tienes sobre la cabeza y que te dificulta la llegada al otro extremo de la cuerda. No sabes ni siquiera qué o quién te espera abajo.

¿"jugamos a las adivinanzas"?


La vida es como un desfile de moda en el que debes lucir tu propio diseño, tu propio vestido, un desfile en el que todo el mundo te mira y en el que todo el mundo te juzga. Hasta el último detalle. La pasarela es un tramo infernal en el que todos esperan que te caigas o que deslumbres.
Y hay momentos en que te flojean los tacones y te duelen los tobillos, no puedes andar, otra vez en la cuerda floja...
El miedo a tropezar y a despertar la risa o la lástima entre el público te hace sudar sangre, te obliga a detenerte y respirar de manera entrecortada. Puedes abandonar, si lo deseas ¿estás seguro?


Nadie se acordará de tí ni de esos escasos metros que recorriste solo. Otros esperan su momento tras las cortinas.


Tienes una opción mejor, puedes improvisar y atreverte a andar descalzo, puedes caer y levantarte como si nada ocurriera, con la cabeza bien alta y la mirada fija en ninguna parte. Vas a morir de todas formas, cuando todo aquello acabe... Vas a recibir aplausos y llantos, si lo haces bien. Pero no podrás escucharlos. De nada te importarán entonces las apariencias, pero acaba lo que empezaste, acábalo.
Intenta salir airoso de esta esperpéntica feria de las vanidades, aunque a cada paso te preguntes para qué y no encuentres respuesta.

Pregúntale a los cereales del desayuno, eso que te hablan cuando los mojas en leche.

Pregúntale a ese con quien te acuestas y que te abandona sin quererlo en cuanto cierras los ojos.

Si no quieres estar sola, es mejor que no duermas. Nunca. En el momento en que tus párpados se cierran como un pesado telón todo lo demás desaparece. Aunque te encuentres en el regazo de quien más adoras, piel contra piel, por mucho que intentes llevártelo contigo, se esfumará en cuanto te abandones al sueño.

Nadie puede penetrar en tus pesadillas como un superhéroe dispuesto a luchar contra tus monstruos y a salvarte de morir ahogada en un tsunami. Tampoco puedes enseñar a nadie tus jardines secretos llenos de plantas gigantes, ni enseñarle a volar tomándole de la mano. No podeis robar golosinas cuando detienes el tiempo y la ciudad se queda dormida, ni puedes mostrar tus poderes mágicos, cómo das la voltereta hacia atrás y cómo te vuelves de goma.
Cierras los ojos y los demás son sólo un reflejo de lo que hay ahí fuera. No existen.
No es justo, y tú lo sabes.

Pero ahora déjame tranquila, y por favor, no me despiertes. Aunque ni siquiera se donde voy a dormir esta noche.

4 comentarios:

Canalla dijo...

Este post me estremeció hasta echar de menos lo justo. Porque no, no es justo, pero dice la Pizarnik:
"Pues esto es lo que hacemos.
Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza"
¿Es coherente enviarte un beso?.

Anónimo dijo...

Apasionante... como siempre...

Bellvi dijo...

De EsPaLdAs Y SiN MiRaR Me DeJo CaEr UnA VeZ MáS En SuS TeJiDaS PAlAbRaS.

Un SaLuDo

Liberto Brau dijo...

Disfruté de tus letras, qué más decir. Es lo que uno va buscando por aquí vagamundeando de blog en blog. Y es que las mañanas de domingo son para leer. A veces el Destino me regala joyitas como ésta… Sugestiva escritura. Fue una agradable sorpresa encontrarte… Ojalá tengas curiosidad por el mío en donde recién comencé hace una semana a publicar una novela por capítulos, “Amanece púrpura”: una novela en proceso, de la que ya he editado el primer capítulo y una parte del segundo. Iré escribiendo los siguientes siempre que haya lectores “suficientes” y “paguen” por su lectura con el impuesto revolucionario de sus comentarios… Bueno, hasta otra, en tu casa o la mía… Un saludo cómplice. Volveré.