lunes, julio 21, 2014

EL DISCURSO DEL CUERPO

Soy bulímica desde los 16 años, aunque empecé con un capítulo de anorexia. A los 18 años me diagnosticaron ansiedad y más tarde trastornos de pánico. He podido llevar una vida casi normal, pero con muchas irregularidades en el plano afectivo y psicológico. Estuve en tratamiento con prozac al principio, pero en realidad los ataques de pánico vinieron estando medicada, algo de lo que los médicos no hablan (efectos secundarios) y luego fui rodando de psiquiatra en psiquiatra de la seguridad social, que experimentaron como quisieron conmigo recetándome antidepresivos tricíclicos, seroxat y ansiolíticos como lexatin, orfidal y varios que ya no recuerdo. Estaba como una puta cabra, librando una lucha cuerpo a cuerpo conmigo misma.
La recuperación fue lenta y progresiva y lo primero que hice fue dejar de medicarme.
Una vez que dejas de castigar al cuerpo y te dejas de castigar a ti, dejas de castigar indirectamente a la gente que te rodea. Incluso dejas de castigar a las chicas que dibujas.
Por primera vez, puedo decir que estoy curada. Casi, porque de vez en cuando tengo amagos de pánico, y ansiedad ante ciertas situaciones, aunque no hay nada que unos ejercicios de respiración y medio Valium no solucionen.
Cuando observo trabajos anteriores, especialmente las pinturas, me apenan profundamente mis pobres chicas: mutiladas, arañadas, dolientes e incompletas. Supongo que era así como me encontraba yo. Siempre he sido demasiado permeable, detesto la violencia, y aunque me fascine la criminología en un afán de entender el por qué de ciertas formas de sadismo, cualquier estímulo del exterior en este aspecto me provoca pesadillas.
Quien haya pasado por un trastorno de alimentación, bulimia o anorexia, sabe a lo que me refiero con esto que relato en las primeras líneas. Cómo la enfermedad se apodera de todo. Cómo llenas tus vacíos con comida, alcohol y otras cosas que no hacen sino perjudicarte y enfermarte más. Los altibajos emocionales, las noches de insomnio... y la cabeza metida en el retrete. Cómo te encuentras de pronto tocando algo que no quieres tocar, cómo desconectas de tu cuerpo de forma inmediata y te vuelves incapaz de sentir algo, algo real, recurriendo en ocasiones a la autolesión.
Al final sales del túnel no sabes ni cómo, pero mi fallo fue no pedir ayuda. Tragármelo todo, disimular frente a mi entorno y esconder mi fragilidad. Solo mis ex-parejas lo han vivido de cerca, porque al fin y al cabo son las personas con las que pasas más tiempo y a las que más te abres, y también a las que haces más daño (perdónperdónperdón)

Estoy escribiendo un libro acerca de todo esto, quisiera que resultara terapéutico no solo para mí, sino para las personas que han pasado por los mismos problemas, y me gustaría que, si estáis pasando o habéis pasado por algo parecido, ME ESCRIBIERAIS y contarais vuestras experiencias al respecto. Cómo afecta o afectó vuestra enfermedad a vuestra sexualidad, o a vuestra actividad artística, y como fuisteis resolviendo esas pequeñas tormentas del alma que poco a poco ensombrecen el día a día. Podéis compartid esto con personas afectadas.
Y si estáis pasando por eso ahora, no hagáis como yo. Gritad, pedir ayuda, hay mucha gente como vosotras y se puede salir de ahí, pero no sola. Poneos en manos de un buen profesional que os de la medicación correcta. No penséis en las pastillas como la panacea, porque la raíz del problema es emocional, no físico.

Hay un texto de Clarissa Pinkola ("Mujeres que corren con los lobos") a la que me aferré en mi recuperación y me ayudó mucho, y dice así:

“Cuando una mujer recurre a una conducta compulsiva y repetida-repitiendo una y otra vez un comportamiento que no la satisface y que provoca declive en lugar de una prolongada vitalidad, para aliviar su exilio, lo que hace en realidad es causarse mas daño, pues no se cura la herida inicial, y en cada una de sus incursiones, se produce nuevas heridas.
Es algo así como aplicarse una ridícula medicina en la nariz cuando uno se ha hecho un corte en el brazo. Las distintas mujeres eligen distintas clases de “medicinas equivocadas”. Algunas eligen las que son visiblemente equivocadas como las malas compañías o los vicios y caprichos perjudiciales o nocivos para el alma, cosas que primero te elevan y después te derriban al suelo (….)
Di la verdad acerca de tu herida, y entonces comprenderás el remedio que le tienes que aplicar. No llenes el vacío con lo que te resulte más fácil o lo que tengas más a mano. Espera a encontrar la medicina adecuada. La reconocerás porque tu vida será más fuerte y no más débil."

Creo que ya era hora de hablar abiertamente y sin miedo de esto, por si puede ayudar a alguien más. No podemos consentir que nuestro cuerpo sea nuestro campo de batalla, y a la vez, nuestro enemigo.