miércoles, julio 24, 2013

MI PADRE


Mi padre
mataba monstruos por mí en sueños, como un superhéroe de andar por casa. 

Me levantaba en el aire
como una pluma
y yo sentía que volaba...
Gobernó el hogar con mano firme
y sólo los años le atemperaron los nervios. Mi padre intentó domesticar
al niño salvaje que siempre he sido
(el que manchaba el traje de comunión cazando renacuajos
y rescataba animales heridos de las aceras) Pero no le culpo, al fin y al cabo
no vine con manual de instrucciones.

Mi padre me repetía una y otra vez:
«Sé una mujer»
«Compórtate como una mujer»
«Viste como una mujer»
43 Y como tantos otros padres, olvida
que nunca seré la fotocopia de mi madre,
a la que conoció
detrás de una larguísima cortina de pelo rojizo.

—«¿Quién es esa chica?»— se acercó,
y la minifalda y otras brujerías hicieron el resto. (aún dura el hechizo)
Mi padre trabajaba de sol a sol
(aún lo hace)
y nunca tenía tiempo para jugar conmigo.
Sólo repetía, a veces gritando: 


«Pórtate bien»
«Acuéstate pronto»
«Estudia»
«No andes con malas compañías» «Sé la mejor»

...
Le hice caso a ratos.

No sé mucho de mi padre cuando era pequeño,
sólo que regaló su preciado álbum de cromos a un niño pobre y que lo educaron los curas.
Un día le dieron un saco cerrado con gatitos recién nacidos para que lo lanzara al río.
El saco se abrió en el agua
y los cachorros salieron a flote luchando en vano por sobrevivir.
A él se le rompió el corazón en dos
y le mordió fuerte la culpa
mientras veía cómo se los llevaba la corriente.

Fue un adolescente delgado
que apuraba los cigarros de liar con una horquilla y se dejaba columpiar por los mayores,
hasta que un día salió volando de puro flaco.

 Sólo lamentó que casi pierde el mechero.
Los años lo achataron por arriba,
lo ensancharon a los lados
y lo acartonaron por los bordes.
Fue perdiendo el pelo en cada foto
que atestigua el paso del tiempo,
y le delata el gesto cansado y a veces triste

de quien ha vivido la muerte de otros y aguarda resignado la suya.
(Yo no, pues quiero que viva siempre)

Mi padre todavía me ve
como una niña desvalida
y una adolescente rebelde,
por eso no quiere que conduzca un coche ni que tenga niños.

A veces me dice
«No hace falta que tengas hijos» «No pasa nada si no los tienes» «Tú no estás hecha para eso»

Y entonces lloro a solas
porque me duele la sangre por dentro.
Su sangre.
Y veo a un puñado de gatitos ahogándose río abajo.
Mi padre esperaba que fuera abogada.
45 O maestra.
Que encontrara un buen trabajo
y me casara con un buen chico.
(de los que tienden su abrigo en el suelo para que cruces el
charco y pasan la noche en vela si tienes fiebre)
Pero no sucedió nada de eso.
(Todavía)

En cambio, tiene una hija
grande y pequeña,
que vuela sin que la cojan en brazos, lucha sola contra los monstruos
y no se doblega ante nada.
Que es tan mujer como cualquier mujer
y a veces más hombre que cualquier hombre.
Una hija...
que teje canciones,
remienda heridas ajenas mientras se lame las propias

y escribe poemas que nunca le envía.
Mi padre no sabe mucho de letras y apenas sabe de mí,
solo que soy buena
y que no he tenido mucha suerte. Pero mi suerte es tenerle a él:
el niño que me regala su álbum de cromos todos los días de su vida. 

Ana Elena Pena