viernes, diciembre 24, 2004

Heroínas pasivas, víctimas glamourosas


Los elementos de costura, como alfileres, agujas, hilares, como en el“Enanito saltarín”, y ruecas como en “La Bella Durmiente”, son habituales en los cuentos, y constituyen herramientas y símbolos que aparecen en los ritos de iniciación femenina de todo el mundo.
Hilar era la labor más absorbente que realizaban las mujeres, sobre todo en Francia, donde los textiles representaron la industria nacional. Se hilaba hasta en los orfanatos, en las cárceles, y hasta las prostitutas hilaban en sus horas libres. En el campo era una labor incesante.
Estas historias orales subidas de tono y de carácter truculento comparten varias cosas: el canibalismo, la escatología, la confusión de identidades y en encuentro en la cama con un enemigo peligroso. Los cuentos de Perrault también hacían especial hincapié en los aspectos morbosos, y estaban destinados principalmente a ilustrar la moral de la corte.
En “Barbazul”, la joven novia de un rico viudo descubre que se ha casado con un asesino en serie, cuando la deja sola en el castillo y le deja las llaves de todas las habitaciones incluida la de una a la que le prohibe entrar. Movida por la curiosidad, desobedece la orden y descubre un esqueleto y restos ensangrentados de sus anteriores esposas colgando de las paredes. Aterrorizada,deja caer la llave y una mancha de sangre indeleble la delata ante el marido, logrando salvarse de su furia gracias a sus hermanos.
La llegada del psicoanálisis trajo muchas interpretaciones de estos cuentos, sobre todo interpretaciones de carácter sexual, de mano de Erich Fromm y Bruno Bettelheim(“Psicoanálisis de los cuentos de hadas”) principalmente.
En los cuentos de hadas más populares, tanto la Bella Durmiente como Blancanieves viven una versión pasiva del rito de paso. Esperan encerradas en altas torres o dormidas,en un estado semejante a la muerte, a ser redimidas de la maldición , hasta que finalmente son rescatadas o resucitadas por un príncipe o figura masculina que las libera del sueño del sarcófago, de la barriga del lobo o del castillo encantado.
Hay que aclarar que los cuentos de hadas no son mitos. Los mitos tratan de lo sagrado, relatan y glorifican las hazañas del hombre y sus triunfos son macrocósmicos, mientras que los cuentos de hadas por lo general se centran en las mujeres y suponen un triunfo doméstico, macrocósmico. Hablan de la familia, de la moral, de crecer y hacerse viejo y de las relaciones entre los sexos. Conforman una ventana única a la contemplación de nuestras preocupaciones más profundas, y a nuestra idea de la identidad social y cultural. Un cuento de hadas tiene lugar fuera de la historia, en un pasado indeterminado.
Entrado el siglo XIX, las feministas se fijaron en el machismo que imperaba en estos cuentos. Mientras los jóvenes emprenden arriesgadas búsquedas y son recompensados con riquezas,a ellas les espera el matrimonio. Ella es amada por su hermosura y no pro otras cualidades, y para lograr el ansiado matrimonio habrá de pasar por humillantes pruebas. Las hermanastras de “Cenicienta”la obligan a vestir con harapos, tratándola como a una esclava del hogar entre la ceniza y la mugre. Los padres de “Rapónchigo”, o Rapunzel, la entregan a una vieja bruja que la encierra en una torre muchos años, torre a la que puede trepar gracias a sus largas trenzas, que más tarde cortará, despojándola así de parte de su encanto femenino, al descubrir que un príncipe la visita por las noches. La celosa madrastra de “Blancanieves” la obliga a marcharse al bosque donde se convierte en empleada de unos enanitos y, tras ser engañada y envenenada por la bruja, cae en un profundo sopor del que sólo despertará gracias al príncipe de turno. En “La muchacha sin manos”, un padre por error promete entregar a su hija a un malvado extraño, y se ve obligado a cortarle las manos y dejarla marchar, mutilada y vendada, para que recorra el mundo como una mendiga.
La sumisión de la heroína es su boleto más seguro para un final feliz,con campanas de boda y muchas perdices. Aunque la heroína es admirada por su belleza, realmente es premiada por su pasividad, en especial la de los Hermanos Grimm. El exilio, el aislamiento, los harapos y la sumisión no es lo peor que deben soportar las protagonistas, lo peor es que con frecuencia se nos ofrece una visión romántica de su asesinato. La excitación que siente el Barbazul de los Hermanos Grimm al contemplar los cadáveres de sus esposas roza la necrofilia. Y el príncipe de la Bella Durmiente cae arrodillado y extasiado ante su cuerpo comatoso. El maromo de Blancanieves propone a los enanos llevarse a la joven fallecida en su ataúd, dispuesto a compartir su vida con el hermoso cadáver.
Para las feministas estos cuentos, que hemos llevado en el estómago y el corazón durante toda nuestra vida como parte de nuestra verdadera identidad, crean en las niñas el sueños de convertirse en víctimas glamourosas.
Simone de Beauvoir escribió en “El segundo sexo”, que “todo un rebaño de heroínas delicadas, golpeadas, pasivas,heridas y humilladass, demuestra a su joven hermana el fascinante prestigio de la belleza martirizada, resignada.”
El fetiche de la mujer muerta, pasiva, como objeto erótico, ha estado siempre presente a lo largo de la historia del arte, alcanzando a las vanguardias. Mujeres vendadas, convalecientes, inmóviles, com las de Slocombe y Trevor Brown, que veremos más adelante, o las muñecas y maniquíes mancilladas o hipersexuadas maquinas de amar propias de los surrealistas, como Bellmer, o sometidas a una mirada más crítica e irónica como las de Cindy Shermann. Las muñecas se hallan en un terreno ambiguo que se encuentra entre la vida y la muerte, la realidad y la fantasía, y en su condición de criaturas inertes, susceptibles de procesos de manipulación y reinvención del cuerpo y sus múltiples posibilidades, han sido motivo de inspiración para multitud de artistas, y elemento fundamental para la creación de obras artísticas relativas a la re(o de)-construcción o perversión de la identidad y la sexualidad femeninas.



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jueves, diciembre 23, 2004

El sadismo de los cuentos de hadas


Ilustración by Trevor Brown

Si echamos la vista atrás, cuando no había televisión, ni cine, ni existia la play-station, la historias de tradición oral y los cuentos de hadas que formaban parte de la literatura infantil eran adornados con considerables dosis de crueldad. Antes de los hermanos Grimm, la literatura infantil no existía, pero tampoco existían los niños en la manera en que hoy los concebimos. Hace siglos, los niños nacían uno tras otro, las madres parían como conejas, y estos morían con frecuencia a muy temprana edad, siendo casi ignorados hasta que habían demostrado su capacidad de sobrevivir. Una vez hecho, se incorporaban de inmediato a las filas de los adultos.
Los niños aristócratas eran vestidos con corsés,chalecos y pelucas empolvadas, y los niños de las clases bajas, que eran mucho menos resistentes y enfermaban con facilidad, se ponían a trabajar en el campo. Se les casaba tan pronto como les fuera posible, para que cumplieran con el deber de procrear.La Revolución Industrial del siglo XIX trajo grandes cambios. Las fábricas y las vias de tren se extendieron y los pueblos a su vez se transformaron en ciudades. Las masas de población se extendieron del campo a los centros fabriles y así nació la clase media urbana y la nueva familia victoriana. Los niños, en vez de marcharse de casa como aprendices, trabajaban en las fábricas y pasaban más tiempo en el hogar, y también se tenían menos hijos. De esta manera comenzó a nacer la noción de infancia como un periodo definido de la vida humana, con sus propias necesidades y características, el juego, la educación y la instrucción moral. Al principio los libros eran un objeto de lujo y eran caros, pero mas tarde empezaron a circular a precios económicos.
A medida que la clase media crecia, la tasa de alfabetización aumentaba. Se empezaron a publicar las fábulas de Esopo, y más tarde las de los hermanos Grimm. Estos no tenían gran interés en los niños ni en sus libros, pues eran académicos preocupados por el lenguaje y el folclore y la preservación del patrimonio cultural, pero encontraron el mercado infantil más lucrativo. Las referencias al sexo, al incesto y al embarazo fueron expurgadas, pero se mantuvieron sin embargo la violencia de los relatos, cuya función principal era hacer más dramática la lucha entre el bien y el mal. El objetivo principal era enseñar moral y buenas costumbres a los niños y promover ciertos valores familiares, como la primacía del padre en el hogar, la disciplina, la obediencia y la piedad.
Por poner un ejemplo, durante años circuló un truculento relato sobre una niña que se comía a su abuela. En el camino hacia casa de esta, la niña se encuentra con un hombre lobo, que al enterarse de su destino, la engaña y la hace avanzar por el camino más largo, el de las agujas, mientras él toma el más corto, el de los alfileres. El avispado lobo llega antes, mata a la anciana, pica su carne,mete la sangre en una botella y se introduce en la cama. Cuando llega la pequeña, hambrienta y sedienta, el lobo la incita a beber la sangre y comer la carne de su abuela, metiéndose después en la cama con el malvado. Al descubrir el engaño al que ha sido sometida, finge que quiere defecar y se escapa, soltando el nudo que el lobo le ha atado a la pierna. En otra versión del cuento, la heroína pasa por un río y una puerta y se encuentra con una mujer ogresa que fríe las orejas de la abuela y cocina los dientes. Las versiones que nos han llegado más actualizadas de Caperucita Roja no son tan atroces, pero no dejan de resultar violentas.

La fascinación por la violencia

El terror y la violencia siempre han sido temas recurrentes de la mitología ,el teatro, la literatura, etc…No es algo nuevo, no se trata de un fenómeno contemporáneo que se haya filtrado a través del cine y los videojuegos que tan preocupados tienen a los padres y educadores. Los césares romanos ofrecían espectáculos sádicos donde los esclavos acababan siendo brutalmente atacados y devorados por los leones en un gesto de pulgar. De la misma forma, las ejecuciones públicas eran del agrado del pueblo, y cientos de personas, tanto adultos como niños, se agolpaban en las plazas para contemplar el macabro evento y ver morir al reo. La horca, el garrote vil, la guillotina, eran métodos de aniquilamiento que si bien resultaban rápidos no por ello dejaban de ser cruentos y la sangre salpicaba el escenario de una manera escandalosa. Por no hablar de los sofisticados instrumentos de tortura con los que se pretendía arrancar confesiones a los sospechosos de brujeria,con nombres tan espeluznantes e ilustrativos como la garra de gato, el aplastacabezas, el desgarrador de senos, la pera oral, rectal o vaginal, y la Doncella de Hierro, una especie de ataúd de metal con forma antropomórfica cuyo interior estaba formado por pinchos que atravesaban el cuerpo pero sin afectar a los órganos vitales, para asegurar así una muerte lenta y dolorosa.
Decir que hemos erradicado estos salvajes métodos sería engañarnos a nosotros mismo. Si bien parece haber aminorado la barbarie, a través de la televisión hemos podido observar las vejaciones y torturas a la que siguen sometidos los presos, especialmente en aquellos países que se encuentran en conflicto bélico.
Hoy en día nos declaramos abiertamente pacifistas, nos movemos a favor de los derechos humanos, nos solidarizamos con las víctimas de la injusticia de los salvajes y abogamos por la desaparición de la pena de muerte, mostrando nuestra indignación por las torturas y las masacres que tienen lugar en países conflictivos e incluso por las situaciones de violencia y maltrato que tienen lugar en la intimidad de los hogares.
Sin embargo, el nivel de tolerancia que mostramos ante la violencia televisiva, especialmente los más pequeños, empieza a ser preocupante. La televisión nos ofrece diariamente imágenes de catástrofes, sucesos espeluznantes, crímenes de guerra, atrocidades varias salpicadas de documentos demasiado gráficos. De hecho, comemos y cenamos mientras visionamos esta ensaladilla catódica de vísceras y pólvora tranquilamente, casi sin inmutarnos, con total normalidad. También es un mecanismo de defensa ante la continua barbarie, aunque principalmente se deba a un proceso de desensibilización.
No solo la pequeña pantalla nos ofrece dosis considerables de violencia, el cine y ciertos videojuegos también aportan su granito de arena y deberíamos plantearnos a que obedece este fenómeno. Nos olvidamos con frecuencia del efecto pernicioso que los mensajes de violencia causan en los menos capacitados para usar la crítica como filtro, o sea, los niños, los deficientes mentales y las personas con rasgos psicopáticos y psicóticos. El fenómeno denominado “triggering”es muy significativo. Sucede cuando un individuo (mentalmente perturbado) se excita con una imagen violenta y acto seguido, se dispara su agresividad, y en un impulso incontrolable la excitación sufrida le lleva a cometer un acto violento. Pero no nos alarmemos, se trata de casos aislados protagonizados por personas con rasgos psicóticos y/o esquizoides. Recordemos por ejemplo el macabro suceso acontecido en Murcia, donde un joven obsesionado con un video-juego(“Final Fantasy”) acabó con la vida de sus padres y de su hermana deficiente mental decapitándolos con una catana. El caso del asesinato de Clara García fue especialmente grotesco al haber sido protagonizado por dos chicas, de quince años. La engañaron para llevarla a un descampado y allí la acuchillaron salvajemente. Cuando confesaron el crimen, alegaron que lo habían hecho “para saber que se siente al matar a alguien”. Las dos pequeñas psicópatas eran niñas retraídas, feas, obsesionadas por la magia negra, y marginadas por el resto de sus compañeros, que las calificaban de “raras, siniestras y estúpidas”.
Sandra Palo fue cruelmente violada, torturada, quemada viva con un euro de gasolina y atropellada varias veces por tres individuos de raza gitana, dos de ellos menores. Los esfuerzos de los padres de Sandra en colaboración con otros afectados por camibar la ley del menor y aplicar penas más duras todavía no han obtenido recompensa.
El temperamento de estos jóvenes serial-killer potenciales se caracteriza por un elevado grado de impulsividad, acompañado de una búsqueda incesante de sensaciones fuertes, ausencia de miedo y remordimientos y una incapacidad innata de ponerse en el lugar del otro. Algunos no distinguen entre la ruptura de una norma social (p.ej. saltarse una clase) y la transgresión de una norma moral (pegarle una bofetada a un compañero)
El golpeo catódico continuado altera la personalidad del niño, especialmente si padece desequilibrios mentales, desfigurando la perspectiva de la realidad y devaluando el valor de la vida. Muchos de estos crímenes cometidos por menores o niños poseen un cierto carácter lúdico, y los perpetradores no son del todo conscientes de la irreversibilidad de la muerte.

miércoles, diciembre 22, 2004

La Muerte Niña: Infantes difuntos


Ilustración de Mark Ryden
No hay nada comparable al dolor de perder un hijo, de hecho ni siquiera hay un nombre que designe a la madre que pierde a su pequeño. Huérfano es quien pierde a sus padres, viudo quien pierde a su esposo/a, pero el hecho de perder un niño de tu sangre es tan antinatural y tan sumamente desolador que ni siquiera existe un término que de nombre a tan indeseable condición.
En muchos de los pueblos de la provincia mejicana perdura la tradición de retratar o fotografía a los niños que mueren prematuramente, disfrazándolos de santos o angelitos y posando con los padres o la familia.
Es el testimonio gráfico de su transformación en "criatura celestial". La madre, durante el sepelio, no puede llorar, ni el resto de los presentes, para que de este modo el alma del niño no tenga que volver a recoger las lágrimas.Durante el ritual de duelo, los afectados abre la puerta de sus casas para que sea visible el florido altar y la suculenta comida que ofrecen a los asistentes, amigos y vecinos,que traen ceras e intentan distraer el dolor de los padres con su alegría. Ellos creen, o quieren creer, que cuando un niño muere tan chiquitito es porque Dios lo reclama en el cielo para tenerlo de angelito. La mortalidad infantil en Méjico es muy elevada aún en nuestros días debido a la pobreza y la incultura que asolan muchas zonas del país, y este tipo de ritos y creencias ayudan a consolar y superar la trágica pérdida, en un acto mágico y colorista pero que en ningún caso deja de resultar doloroso para una madre. Al ser los niños seres puros e inocentes, su espíritu penetra directamente en el paraíso, y no hay que vertir lágrimas ni lamentarse, pues la voluntad de Dios ha querido acogerlo en su seno, y desde el cielo se encargará de proteger a la familia de todo mal. Las fotografías que hallamos de la muerte niña resultan lúgubres y con frecuencia espeluznantes. A pesar de los hermosos ropajes que adornan al difunto, resulta estremecedora la contemplación de un niño sin vida, mucho más que si se tratase de un adulto. Una vida sesgada a tan tierna edad siempre deja un amargo sabor a desconcierto. Las pinturas suelen favorecer el aspecto demacrado y triste de los llamados al cielo, aunque esto no les resta un ápice de su sorprendente realismo pictórico, la exquisitez de los ropajes, con sus gasas, apliques dorados, sus bordados y sus encajes, todo un ejercicio de auténtica artesanía.
La pintora mejicana Frida Kahlo, fiel a sus desgarradora y trágica visión de la vida, se apropió del tema para pintar “El difunto Dimas Rosas a los tres años de edad.”En algunos pueblos de España, también era costumbre retratar a los muertos con la esperanza de mantenerlos vivos en el recuerdo, pero esa tradición se perdió hace ya muchos años. Ahora queremos recordar a nuestros difuntos tal y como fueron en vida, y antes del sepelio, los encargados de la tanatopraxia se encargan de dejar al difunto con el mejor aspecto posible. Los tanatoprácticos restauran, amortajan, limpian y maquillan a los cadáveres para que ofrezcan la mejor imagen posible en el momento del velatorio. A veces requiere mucho talento y mucho esfuerzo, sobre todo con aquellos que han muerto en forma violenta, en accidentes de tráfico y similares, por lo que a veces hay que reconstruir la piel de la cara y la estructura ósea, sirviéndose de rellenos de algodón y delicadas suturas.


martes, diciembre 21, 2004

La hipersexualización de las niñas

La obsesión por alcanzar un cuerpo perfecto y unas medidas de escándalo se manifiesta a edades cada vez más tempranas. Las niñas, cada vez más influenciadas por la publicidad y los modelos televisivos, comienzan a manifestar precoces deseos de resultar atractivas, de parecer sexys. Y cuando digo niñas no me refiero a adolescentes quinceañeras, sino a prepúberes de tan solo diez o doce años que ya empiezan a adoptar comportamientos impropios de su tierna edad.
Los preadolescentes, que no dejan de ser niños en fase de desarrollo, viven obsesionados por la idea de la popularidad, desesperados por gustar y ser aceptados, aún a riesgo de perder en el intento su personalidad y renunciar a sus valores. Pero, ¿qué valores?.
A los diez años, las niñas de la generación de los ochenta aún jugábamos con las Nancys y nos manchábamos de barro en el parque. Muchos se esfuerzan en recordar a Barbie como estereotipo de mujer florero, rubia, sexy y ñoña, pero el mito que se ha generado alrededor de esta explosiva rubia de plástico tiene poco de realidad, si nos esforzamos en hacer un poco de memoria… Barbie tenía muchos modelitos, y se la notaba preocupada por su imagen, pero también desempeñaba distintos oficios, era secretaria, atleta olímpica, cantante Rock-star, peluquera, enfermera, médico, veterinaria,…, y Ken pululaba por ahí a ver si pescaba algo… Pero Barbie era percibida fundamentalmente como una mujer independiente, y sobre todo, versátil, aunque lo cierto es que los oficios que desempeñaba eran más bien propios de mujeres, pero claro, eran otros tiempos. Ahora hay barbies mucho más políticamente correctas, y de algún modo la muñeca ha sabido adaptarse a los recientes cambios sociales.

-El reverso siniestro de la señorita Pepis
La nueva hornada de muñecas para las niñas parece sacada de un capítulo de Beverly Hills o de una ilustración de Jordi Labanda pero con un toque arrabalero. Las “Flavas”, las "Bratzal" o "My Scene", igual que sus compañeros masculinos, son absolutamente fashion, están obsesionadas por la moda y por ir “a la última”, y cada una de estas frívolas petardas va acompañada de una multitud de complementos “femeninos” para estar siempre perfecta(porque nunca se sabe...), tales como secadores, set de maquillaje, botas con estampados felinos, rizadores de pelo, espejo, gafas de sol imitando las formas de las marcas más punteras, etc…Todo en tamaño diminuto y con detalles de un realismo y precisión asombrosos.
El marketing prematuro de ciertos productos da lugar a un simulacro de la sexualidad que puede ser malinterpretado por ciertos adultos (o no). El maletín de la señorita Pepis de toda la vida, con cuatro chucherías que ni siquiera pintaban bien, ha sufrido un proceso de sofisticación. Ahora las sombras de ojos vienen con estridentes colores, los brillos de labios en tonos golosos y afrutados, rojos escandalosos, se incorpora el eye-liner, la máscara de pestañas, el esmalte de uñas y pulseras y ornamentos dignas de una mata-hari. Cuando acaba la sesión de estilismo es inevitable sentir cierto horror: las niñas han mutado en pequeñas furcias con aspecto de cacatúa, como unas miniaturas replicantes aspirantes a vedette del barrio chino, con sus largas uñas postizas, sus pendientes de perlas de plástico, sus tatuajes de quita y pon y sus extensiones de trenzas de colorines.
Estos “toques adultos” de ciertos productos, en especial los que van dirigidos al sexo femenino, configuran de algún una estrategia de mercado. Las casas de moda y cosméticos ya tienen aseguradas fieles comparadoras en estas precoces señoritas. La revolución sexual a la que han contribuido los medios de comunicación ha producido un incremento de cantidad y disponibilidad de pornografía infantil y la sexualización de las niñas en los propios medios. Verlos competir imitando a modelos y cantantes , bailando con ademanes adultos, es muy frecuente.La gran pantalla tampoco da buenos ejemplos, si bien el cine de los ochenta explotaba la obsesión de los adolescentes por “mojar”, tipo “Porky¨s”, y los patitos feos lograban la popularidad deseada propugnando valores como la solidaridad y el valor, y triunfando la personalidad por encima de todo, el cine actual es bien distinto.
Los protagonistas son gente “cool”, estrellas del deporte, reinas de la belleza, chicos ricos y animadoras, obsesionados por la moda y por las marcas. La explotación de la sexualidad sigue vigente, pero la novedad imperante es la explotación del consumismo. Películas como “Fuera de onda”, “Alguien como tú”, “Juego de campeones”, “Una rubia muy legal”, envían a los adolescentes el mensaje de que si quieres triunfar, si quieres ser popular, tienes que cultivar tu imagen hasta el paroxismo, adaptándote al molde lijando tus contornos y renunciando a lo que queda de tí.
Las chicas quieren ser “cheer-leaders”, reinas del baile, afamadas cantantes, ellos, quieren ser estrellas del béisbol y contar con una legión de admiradoras complacientes enfundadas en diminutos tops ajustados y faldas reducidas a su máxima expresión. Él, viril, fuerte, seductor, promiscuo y competitivo, ella, guapísima, sexy, rubísima, impecable, a la última, 90-60-90, con cierto empuje y picardía al principio pero dispuesta a ser redimida después por el maromo de turno y convertirse en la pasiva mujer florero que ya se dislumbraba al principio.
El caso de la prostitución de las preadolescentes en Japón para conseguir lujosos caprichos de marca, es un fenómeno sin precedentes en la historia y que destapa el lado siniestro del consumismo.

-Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?
Las películas de cambio de imagen, en las que el chico pobre o la chica fea pasaban de ser freaks marginados a convertirse en la estrella del instituto, han sufrido también cambios sustanciales de un tiempo a esta parte. Si bien en las películas de los ochenta triunfaba la personalidad y el carácter subversivo de sus protagonistas, ahora eso se arregla con una sesión de maquillaje y estilismo en el caso de las chicas y con una demostración de fuerza, valor o virilidad en el caso de los chicos.
Este género cinematográfico(si se puede ya hablar de él como tal), es absolutamente previsible. Chica nueva llega al instituto, probablemente es rara porque viene del pueblo y no se ha enterado de que va la historia. Como lleva ropa vulgar, que además no marca sus pechos ni su trasero, no se maquilla y lleva gafas y coleta, es fea. Por lo tanto, no triunfa ni se adapta. Las chicas se burlan de ella y los chicos también. Todos la detestan porque es rara, porque es “diferente”, o sea, porque tiene personalidad propia. De repente, un alma caritativa a modo de hada madrina, normalmente una amiga o una profesora, se propone transformar en princesa a la pobre Cenicienta, y que mejor manera que someterla a un cambio de imagen. La chica fea y rara se vuelve de repente popular al soltarse el pelo, darse una capa de maquillaje y ponerse vestidos sexys y ajustados que realzan su figura. Entonces el chico guapo y popular se enamora de ella y colorín colorado.
Por supuesto, esto se presta a multitud de variantes, pero el esquema básico es principalmente este. Para ser popular, para gustar, lo único que se requiere es un pleno compromiso con las convenciones sociales de la belleza, lo que testifica el poder de las identidades artificiales y construidas.
La presión que ejerce la televisión y la publicidad sobre las jóvenes es brutal, y sus consecuencias son verdaderamente caóticas. Las adolescentes desean convertirse cad vez antes en objetos eróticos de consumo, y anhelan parecerse a las modelos de las revistas, nacaradas sílfides de bocas carnosas y pechos ( y cintura) imposibles. Lo que probablemente no saben es que se trata de una imagen irreal, adulterada por el fotoshop. Las chicas reales tienen poros en la piel, granitos, rojeces, vello, estrías y celulitis, en mayor o menor grado, y es absurdo aferrarse a un imposible, porque la perfección no existe, y además, no tiene por qué darnos la felicidad necesariamente.
A consecuencia del bombardeo incesante de mensajes subliminales, y no tan subliminales, que empujan a la mujer a obsesionarse por su imagen, los trastornos alimenticios están a la orden del día, y el número de víctimas de la anorexia y la bulimia se ha disparado en los últimos años hasta el punto de configurar un fenómeno contemporáneo, y los síntomas comienzan a aparecer en edades cada vez más tempranas.
-Mamá, quiero ser artista
La obsesión por la cirugía también alcanza cotas bochornosas, algunas niñas que ni siquiera han completado el desarrollo de sus pechos ya planean operarse en cuanto obtengan la mayoria de edad y el permiso paterno. No es raro que las niñas pidan para reyes o a modo de gratificación por unas buenas notas, un implante mamario o una sesión de colágeno para aumentar los labios. Y lo digo con conocimiento de causa. Mi tió es cirujano y también me cuenta con estupor como vienen chicas cada vez más jóvenes a su consulta, para quitarse las costillas flotantes y afinar su cintura y para lograr la ansiada 95 de pecho y desafiar la ley de la gravedad.
Muchas de estas intervenciones de cirugía tienen su origen en una falta de autoestima y en una suerte de autodesprecio. La chica que opta por la remodelación plástica elige obsesionarse por su cuerpo y tratar de dominarlo en vez de esforzarse por trascenderlo, olvidándose de él.
Esto no tendría por qué ser negativo, si no fuera porque da lugar a multitud de complejos y las adolescentes se ven abocadas a una carrera imparable y suicida hacia la perfección. Aún no han desarrollado su carácter, ni su crecimiento, cuando ya están pensando en desarrollar sus pechos y en inflar sus belfos. “Como fulanita y menganita se han operado yo no voy a ser menos…” (culo veo culo quiero).
La silicona a ayudado a muchas personas a sentirse cómodas con su imagen pero también ha causado estragos… Los labios no dejan de tener el aspecto de dos chistorras (recordemos el horror de la boca de rape de Tamara, Melanie Griffith, Esther Cañadas y la neumática Yola Berrocal) y una vez hecho el desaguisado, difícilmente tiene arreglo. Los pechos no siempre pueden quedar bien, y siempre está el riesgo de infección, recachazo o encapsulamiento(endurecimiento de las mamas acompañado de fuertes dolores), aparte de que hay que renovar las prótesis cada 3 o 4 años, lo que supone una cierta esclavitud que se convierte en pura adicción al quirófano.
La pornografía ha tenido más difusión que nunca en la era Internet, y los publicistas recogen ahora los frutos por la obsesión por el cuerpo que ha contribuido a sembrar. Las chicas de diez años admiran a iconos sexuales del mundo de la moda, el cine o la canción y no dudan en emularlas, incluso vistiendo, para espeluzne de sus padres. Britney Spears, Christina Aguilera, etc…,cuentan con toda una legión de fans incondicionales, cada vez mas niñas, obsesionadas por el triunfo y el sex-appeal.
Programas como “Menudas estrellas” y “Eurojunior”, contribuye a reforzar la teoría de que los niños cada vez son más precoces. Esas niñas pintadas como puertas, embutidas en ajustados trajes y contoneando las caderas como bailarinas de strip-tease imitando a sus divas del pop resultan cuanto menos escalofriantes, y en ocasiones roza lo pornográfico. Las pequeñas tonadilleras no cabe duda que han sido influenciadas por madres frustradas que desde pequeñas les introdujeron la obsesión por la peineta y la copla, porque a ver, una niña de motu propio no se pone a tocar las castañuelas ni pide para Reyes el disco de la Piquer. Las niñas no admiran, ni quieren mucho menos parecerse, a las folklóricas vetustas que toman la merienda con Jose Manuel Parada en Cine de barrio. No son sexys. Las niñas quieren parecerse a las Spice Girls, sobre todo a Victoria “posh”, la pija, mujer picante redimida y reconvertida en la flagrante esposa de un famosísimo, riquísimo y guapísimo futbolista metrosexual.

-De estrellitas a estrellados: la maldición de los niños prodigio
Los niños prodigio suelen acabar mal, y de encantadoras y angelicales criaturas talentosas pasan a ser adultos atrofiados, con tendencia a los excesos y a los comportamientos autodestructivos. Joselito es un ejemplo bastante ilustrativo de estrella estrellada. El pequeño ruiseñor ya no trina, tras caer en el mundo de la droga y el putiferio, solo le queda cantar bingo, y ni eso. Judy Garland tampoco acabó muy bien, alcohólica y politoxicómana. Marisol reniega de su etapa de estrella infantil y Rocío Dúrcal también logró superar la explotación a la que fue sometida cuando era “mas bonita que ninguna”.
Antes los niños vivían fascinados por Peter Pan, no querían hacerse mayores, sino permanecer eternamente en el paraíso de la infancia. Ahora viven obsesionados por crecer, por conducir coches, maquillarse y hacer cosas de adultos, la edad del juego y la experimentación se acorta, la cultura de la imagen nos ofrece productos cada vez más manufacturados. Videojuegos, muñecas fashion con una imagen muy determinada , dejan muy poco lugar a la imaginación. Es cierto que hay otro tipo de juguetes mucho más didácticos y que ayudan al niño a desarrollar su imaginación y a forjarse una personalidad, pero los favoritos para los niños siguen siendo la Play Station, y para las niñas el karaoke y las muñecas petardas. Otro dato importante es que los niños cada vez juegan más tiempo solos. Se ha perdido en mucho la vivencia de barrio, de calle, y la falta de interacción social vuelve a estos niños más inhibidos, y por tanto, más vulnerables ante el impacto mediático del consumismo.
Por otra parte, los padres trabajan más que antes, y crece el número de familias monoparentales, con lo que los niños pasan más tiempo con la televisión y con el ordenador que con sus progenitores(lo cual a veces no está tan mal…). Los niños saben explotar el sentimiento de culpa de sus padres, que acaban cediendo a sus demandas y destinando más dinero a sus caprichos.
No cabe duda de que los centros comerciales son el paraíso soñado para muchos adolescentes y un hogar posible para identidades perdidas.