miércoles, diciembre 22, 2004
La Muerte Niña: Infantes difuntos
Ilustración de Mark Ryden
No hay nada comparable al dolor de perder un hijo, de hecho ni siquiera hay un nombre que designe a la madre que pierde a su pequeño. Huérfano es quien pierde a sus padres, viudo quien pierde a su esposo/a, pero el hecho de perder un niño de tu sangre es tan antinatural y tan sumamente desolador que ni siquiera existe un término que de nombre a tan indeseable condición.
En muchos de los pueblos de la provincia mejicana perdura la tradición de retratar o fotografía a los niños que mueren prematuramente, disfrazándolos de santos o angelitos y posando con los padres o la familia.
Es el testimonio gráfico de su transformación en "criatura celestial". La madre, durante el sepelio, no puede llorar, ni el resto de los presentes, para que de este modo el alma del niño no tenga que volver a recoger las lágrimas.Durante el ritual de duelo, los afectados abre la puerta de sus casas para que sea visible el florido altar y la suculenta comida que ofrecen a los asistentes, amigos y vecinos,que traen ceras e intentan distraer el dolor de los padres con su alegría. Ellos creen, o quieren creer, que cuando un niño muere tan chiquitito es porque Dios lo reclama en el cielo para tenerlo de angelito. La mortalidad infantil en Méjico es muy elevada aún en nuestros días debido a la pobreza y la incultura que asolan muchas zonas del país, y este tipo de ritos y creencias ayudan a consolar y superar la trágica pérdida, en un acto mágico y colorista pero que en ningún caso deja de resultar doloroso para una madre. Al ser los niños seres puros e inocentes, su espíritu penetra directamente en el paraíso, y no hay que vertir lágrimas ni lamentarse, pues la voluntad de Dios ha querido acogerlo en su seno, y desde el cielo se encargará de proteger a la familia de todo mal. Las fotografías que hallamos de la muerte niña resultan lúgubres y con frecuencia espeluznantes. A pesar de los hermosos ropajes que adornan al difunto, resulta estremecedora la contemplación de un niño sin vida, mucho más que si se tratase de un adulto. Una vida sesgada a tan tierna edad siempre deja un amargo sabor a desconcierto. Las pinturas suelen favorecer el aspecto demacrado y triste de los llamados al cielo, aunque esto no les resta un ápice de su sorprendente realismo pictórico, la exquisitez de los ropajes, con sus gasas, apliques dorados, sus bordados y sus encajes, todo un ejercicio de auténtica artesanía.
La pintora mejicana Frida Kahlo, fiel a sus desgarradora y trágica visión de la vida, se apropió del tema para pintar “El difunto Dimas Rosas a los tres años de edad.”En algunos pueblos de España, también era costumbre retratar a los muertos con la esperanza de mantenerlos vivos en el recuerdo, pero esa tradición se perdió hace ya muchos años. Ahora queremos recordar a nuestros difuntos tal y como fueron en vida, y antes del sepelio, los encargados de la tanatopraxia se encargan de dejar al difunto con el mejor aspecto posible. Los tanatoprácticos restauran, amortajan, limpian y maquillan a los cadáveres para que ofrezcan la mejor imagen posible en el momento del velatorio. A veces requiere mucho talento y mucho esfuerzo, sobre todo con aquellos que han muerto en forma violenta, en accidentes de tráfico y similares, por lo que a veces hay que reconstruir la piel de la cara y la estructura ósea, sirviéndose de rellenos de algodón y delicadas suturas.
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