Forcejeamos por todo lo largo y ancho del enorme
sofá, como dos cachorros enzarzados en una intensa pelea en la que ninguno
resulta lastimado (al menos de gravedad) Me cogió del cuello, le escupí en la cara,
le clavé las uñas
en los brazos y en los costados, mientras intentaba agarrarme las muñecas para
inmovilizarme. Rodamos entre mordiscos, codazos y golpes, hasta caer al suelo,
exhaustos. Fue infinitamente mejor que follar. Tenía todo el cuerpo dolorido,
mojado, y me ardía la cara, pero aún así la sensación que me embargaba era de
alivio y sosiego. Hay que dejar paso a dolores nuevos para alejar los viejos.
Mientras jadeaba encima mío, pude fijarme en lo rezaba el tatuaje de su pecho, y eso es lo que era ese momento: "PURA VIDA"
Mientras jadeaba encima mío, pude fijarme en lo rezaba el tatuaje de su pecho, y eso es lo que era ese momento: "PURA VIDA"
Ana Elena Pena ("Sangre en las rodillas")
1 comentario:
hola, me parecen muy buenos algunos textos del libro; republico en http://totamor.blogspot.com.es
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