lunes, marzo 15, 2010

LA EMBRIAGUEZ

Esa noche había decidido ir a por mí, follarme aunque se le fuera la vida en ello, pero yo no estaba por la labor. Por tanto, intentó anular mi voluntad y vencer mi resistencia invitándome a una copa tras otra. Lo consiguió, el maldito imbécil, porque al día siguiente me desperté en su cama completamente desnuda.

Las sábanas todavía olían a batalla reciente y notaba las mejillas encendidas.

Me vestí corriendo y huí como alma que lleva el diablo, no porque el tipo en cuestión me disgustara en exceso, sino porque me avergonzaba el hecho de no saber si me la había tragado toda o si me había pasado la velada haciendo remilgos. Mejor no saber...


Volví a coincidir con él a la semana siguiente, curiosamente no me parecía tan feo, si acaso del montón, incluso, casi guapo, y de nuevo empezaron a correr la cerveza, los tequilas, los cubatas, los chupitos….Perdí la noción del tiempo, del espacio y de la honra. Esta vez no estaba dispuesto a dejarme escapar, así que siguió dándome de beber de manera ininterrumpida, un día tras otro, así durante años...largos años.

Por las mañanas me despertaba con café y coñac. De aperitivo y merienda me servía vermouth, Martini y licores de hierbas. Las comidas y las cenas venían regadas con abundante vino y orujo a los postres, y las noches daban paso a todo tipo de exóticos combinados.
Sabía que si dejaba de beber escaparía, y de esta manera se aseguraba mi obediencia y sumisión.

Yo reía sin parar durante todo ese tiempo… Reía, tropezaba, caía, lloraba, volvía a reír… me mareaba entre carcajadas y llantos, y él me sujetaba tiernamente el pelo cuando me venían las ganas de vomitar. Éramos felices, supongo. Y si no era así, tampoco podía hacer nada al respecto, estaba embriagada de amor y licores, todo el tiempo, día y noche, noche y día.

No le daba tregua a la borrachera, mis ojos estaban siempre vidriosos y había perdido el apetito casi por completo.

Como una mujer enamorada.


La noche de la gran melopea consiguió casarse conmigo, y entre coma y coma etílico, la convivencia y la concupiscencia me procuraron algunos embarazos en el tiempo.
Un sábado caluroso decidió que ya era suficiente, dejó de quererme y dejó de darme de beber. Dormí entre sudores fríos y delirios varios.

Cuando recuperé la consciencia todo era muy extraño. Los recuerdos eran borrosos, nuestra vida en común era una película difusa y no me quedaba claro cuales tenían que ser mis sentimientos al respecto. Me miré al espejo y observé con sorpresa y disgusto cómo había cambiado mi cuerpo durante todo ese tiempo. De repente me había convertido en un pellejo viviente de 60 años, tenía a mi lado un hombre al que detestaba, tres hijos subnormales que no podían valerse por sí mismos, y una vida a las espaldas de la que sólo me quedaban una decena de recuerdos vagos.

Tras unas horas de contacto con la realidad, suspiré aliviada…al fin y al cabo mi matrimonio no había sido tan distinto de el del resto de mis amigas.

Me senté en el sofá y me serví una copa, una detrás de otra, quiero decir… Pero era inútil, el alcohol ya no me hacía ningún efecto.

6 comentarios:

Le Bon dijo...

Era como esa frase del tema de Oasis "...and all the lights that leed us there are blinding"

Un estado de semiinconsciencia que nos vuelve etéreos y nos somete al desdén.

Un día te das cuenta y cortas, pero nunca lo dejas...

Unknown dijo...

muy mal: darte de beber mientras él permanecía sobrio por lo visto. Los buenos amantes beben ambos los dos de la botella hasta llegar juntos al cataclismo. aunque siempre he pensado que los chicos tenemos más capacidad para beber que las chicas

centrifugado dijo...

Me quito el sombrero...

martha dijo...

ohhh me encantaron tus palabras...

La verdad me gusta tu forma de expresartee...

me gusto mucho el de me pones enfermaaa...
me identifique muchoo
hehehehehe...

bueno bye los mejores deseos...

Anónimo dijo...

Qué bien escribes!

( A ) dijo...

mierda. me ha pasado esto!