jueves, julio 31, 2008

EL ORDEN DE LAS COSAS

Cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo compartíamos habitación. El amplio escritorio estaba dividido en dos partes claramente diferenciadas. A la izquierda, mi campo de batalla...lleno de papeles arrugados, libros en vertical y horizontal, notas sueltas, muñecos, lápices fuera de su lapicero, gomas de colores, pegatinas, revistas y fotos. A la derecha, su templo zen..., rotuladores alineados, apuntes en orden, lápices dentro de su lapicero, cajones bien cerrados...
Sin embargo, siempre supe donde estaban todas mis cosas. Controlaba hasta la última esquina de cada estantería, donde vivían los pitufos de plástico que regalaban en los pastelitos
- Ana, haz tu cama
-¿Para qué voy a hacerla, si se va a volver a deshacer esta noche cuando me acueste?
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Mi caos, mi no caos. Mi orden.
¿Recuerdas cuando teníamos novios con el pelo largo?
:-)
A la entrada del verano, siempre me acuerdo de cuando A. y yo dejamos de ser A. y yo. AyA. La despedida fue realmente violenta y traumática, pero a los pocos días de regresar a mi casa, me envió vía postal su agenda-diario. Al abrir el paquete cayeron sobre mi regazo un montón de migajas de galletas María Fontaneda, como delicioso detalle adjunto. Un fatal desayuno. Mientras desplegaba las tapas rojas cubiertas de tiritas, descubrí que con aquel gesto me había entregado su mundo, a la vez que renunciaba a pertenecer al mismo.
SU MUNDO. MI NO MUNDO. Esquizofrenia, psicosis....¿?
Un caos ininteligible sembrado de rayajos, espirales, pechos derramando leche, caballos, coños abiertos, pies ensangrentados y anotaciones aparentemente sinsentido me hicieron enfermar durante días. Creo recordar que lo entendí, que comprendí aquel complejo mensaje cifrado, pero quizá prefiero recordar que no lo hice. Más que nada por el vértigo y las naúseas. Por la desazón y por el deseo ferviente de aferrarme a la vida.
Aquella madeja de garabatos y frases huecas tenía que ver todo y nada conmigo, con nosotros, con su madre... La figura materna y la mía se confundían, y tan pronto encontraba páginas llenas de horribles dibujos sobre desastres nucleares y mutilaciones, complejas operaciones matemáticas, neologismos, como con poesías propias de un niño de siete años. Tiernas, pero desoladoras.

Un año después me llamó y vino a casa: dos intentos de suicidio y yo sobrevolando su cabeza como un fantasma. Su pasado era su presente y su futuro. Había logrado detener el tiempo. Era un genio, lo sabía! Pero ya se lo advertí. Aquello era mi NO MUNDO. Yo elegí vivir, elegí amar, elegí compartir, elegí perdonar y elegí comprender.


-Ana, ten mucha mano izquierda con él, está mal...- Me dijo su mamá por teléfono cuando vino a visitarme. Y no porque fuera zurda.


-¿Para qué voy a hacerla, si se va a volver a deshacer esta noche cuando me acueste? (pensé yo...)

Cuando el ordenador me dice o pregunta "trabajar sin conexión", yo me digo, oh, sí! Es algo que me pasa continuamente... comer sin conexión, follar sin conexión, conversar sin conexión... Bien, bien, trabajar sin conexión, creo que podré con ello!
Me necesitaba.
Yo también, pero sólo sobreviven los más fuertes. De todos modos, le tengo siempre muy presente, ya que me recuerda constantemente la insoportable fragilidad humana, me recuerda constantemente la insalubridad mental a la que estamos expuestos cada fin de semana encerrados en los cuartos de baño, me recuerda constantemente que la magia tan pronto aparece como se esfuma... Pero sobre todo, me recuerda constantemente lo mal que besan los demás.
Punto y aparte.
Cuando despierto con el olor del café cada mañana, me digo lo mismo que oí decir a aquella bailarina que quedó ciega: "la vida es hermosa, tan hermosa, que hasta las lágrimas son hermosas..."
Y si no lo ves así, acaba con tu vida, pero eso sí, no olvides enviarme tu diario ¡Yo sabré qué hacer con él!
Y si me encuentras por la noche, y estás borrach@ y herid@, no dudes en lanzarte a mis brazos, empaparme la ropa con tus vómitos y vertir sobre mí todas tus miserias.
También sabré que hacer con ellas, soy una experta en reciclaje sentimental...
De segundo, croquetas.

El corazón puede sufrir también el síndrome de Diógenes, ya sabeis, esa tendencia a acumular basura emocional, a rememorar viejos traumas y recoger malas experiencias de aquí y de allá guardándolas en armarios y cajas viejas, o desparramándolas por los pasillos, por si algún día nos sirven para algo.

De repente te encuentras desbordada, no sabes cómo sacar de tu casa toda esa inmundicia, pero lo peor ¿o lo mejor? es que te has acostumbrado a ella. Tu cabeza es un enorme cajón desastre donde se agolpan las palabras que tanto te dolieron, las preguntas que nunca fueron contestadas, las desilusiones, las fotos descoloridas de los que no están y todo tipo de contratiempos, angustias, momentos de vergüenza, desvelos y recuerdos ingratos.
¿Qué hacer, entonces? Os daré varias opciones para deshaceros de toda esa apestosa basura antes de que cojais una terrible infección. Podeis echársela a los vecinos, enviarla al espacio, incluso hacer una fogata con ella y quemarla alegremente en el patio.
O quizá prefirais seguir trabajando sin conexión, comiendo sin conexión, follando sin conexión y conversando sin conexión.
Siempre es un placer deshacer todavía más una cama ya deshecha, ¿verdad?


viernes, julio 11, 2008

Nunca mires a una puta con luz de día


EL REGALO


Ella se regalaba. Continuamente, a cualquiera. A cualquiera que le dijera “bonita”, a cualquiera que se detuviera a mirarla, a cualquiera que se la llevara de la mano, a cualquiera que se tomara la molestia de desanudar el lazo rojo que usaba como único vestido….
Desnuda y atada por aquel enorme lazo, como un paquete sin abrir, como una sorpresa de carne hambrienta, así se aventuraba a las calles. Andaba despacio, con los ojos muy abiertos, suplicantes. Buscaba desesperadamente un dueño, porque ella hacía tiempo que había dejado de ser dueña de sí misma.
Regalaba sus abrazos, sus besos, su saliva, sus humedades, regalaba su boca siempre dispuesta, regalaba cientos de gemidos, regalaba las palabras que todos querían oír. Se regalaba sin esperar que le dieran nada a cambio. Todos sus orificios eran brutalmente desvirgados una y otra vez, día tras día, noche tras noche, hasta el momento en que, decidida a ser amada de otras formas, se los cosió con un grueso hilo, como si fuera una muñeca de trapo. Sus amantes enloquecieron, no era bastante con acariciarla, con morderla, tenían que arrancarle los ojos para eyacular en sus cuencas, sorberle los sesos, desmembrarla y comérsela con mermelada. Ella disfrutaba alimentando el deseo, pero para cuando se llegó a dar cuenta, era una pequeña carcasa tirada en mitad de la acera.
Mutilada, hueca, pero extrañamente feliz.

FIN


Por favor, no dejen de visionar este video una y otra vez.
Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo.


miércoles, julio 02, 2008

Monstruos en el sótano

La última vez que enseñé a alguien los monstruos de mi sótano, me entregué al sueño sollozante y borracha. Con ese llanto hiposo de niña de tres años que todavía se mete el dedo en la boca. A la mañana siguiente, me trajo un vaso de agua y se metió en la ducha lo que me parecieron horas. El ruido del agua me impidió seguir durmiendo. La almohada estaba manchada de rimel negro, y toda yo estaba empapada por el infortunio. Callada hubiera estado más guapa, seguro.
En ese momento me habría largado de allí sin hacer ruido, como un gatito que ha arañado los sillones y teme represalias. Desafortunadamente, el ser humano no puede comunicarse telepáticamente, y una puede interpretar el silencio de múltiples maneras.
Yo, por si acaso, me pongo en lo peor.

Te pueden pasar varias cosas cuando descubres a alguien los monstruos que guardas en el sótano. La mayoría de las veces reina un incómodo silencio, la empatía puede dar lugar al abrazo, a la lástima, incluso a la ira o la vergüenza. Cuando el abismo te devuelve la mirada tus sentimientos pueden oscilar entre la repulsión y la ternura.
Con el tiempo se puede dar paso a los reproches, pero nadie puede reprocharte cargar con un engendro de por vida que tú no has elegido. La naturaleza es caprichosa e injusta, la vida también. A las personas hay que quererlas tal y como son, con sus luces y sus sombras, con sus monstruos, con sus cicatrices de guerra, con sus manías y sus miedos.
Eso si eliges querer. ..

De todos modos, el sentimiento de culpa ya lo tienes clavado en el pecho, como una medalla al deshonor. Sabes que aunque cierres la puerta con siete llaves, ellos siguen allí, y la gente es curiosa, y pregunta cuando escucha ruidos… Tarde o temprano los descubrirían, por tanto, es mejor que tú mismo los guíes despacito, para que no se asusten. Ya te han visto desnuda, ahora tienes que desvelarles aquello que guardas con mayor pudor, mostrarles el siniestro habitáculo donde se retuercen gimiendo tus criaturas.
Puede suceder que se enamoren de ti para siempre y de una manera loca. Entonces él, o ella, se lleva a sus propios monstruitos a tu sótano, para que jueguen juntos y se olviden de molestar. En principio la mudanza parece una buena idea, pero puede que un día descubrais que no podeis dormir con tanto escándalo allí abajo...
Lo que un día os unió, otro día puede separaros. No lo olvideis jamás. Los monstruos son impredecibles, pueden escapar tirando la puerta abajo, colarse por cualquier rendija y saltar sobre ti en cualquier momento. Nunca se está a salvo.

Pero a estas alturas, eso no me importa lo más mínimo, porque además de un sótano lleno de monstruos, tengo una bonita terraza, amplia y luminosa, con piscina, donde siempre hace sol cuando es de día, donde siempre es verano, donde siempre es domingo, donde siempre hay risas marialuisas, y donde podemos tomar un daiquiri tras otro esperando la noche. Olor a jazmín. Canciones que te parten el alma.
Para entrar a vivir.

Violaciones, burbujas

Me han cerrado la cuenta de fotolog de / cacaculopedopis. Supuestamente por este cuento que escribí hace unos años, que les resultaría "inmoral" según sus estrictas normas. Estaremos por aquí
LA MUJER BURBUJA
La violaron repetidas veces, no recuerda cuantas, 10? 20? 30?, quizá 40, a la séptima perdió la cuenta.
Al llegar a casa lo primero que hizo fue ducharse para eliminar el olor a sexo que le hacía sentirse tan sucia. Y no se duchó una, sino 10, 20, 30, ó 40, a la séptima perdió la cuenta..., y también le pareció que no se encontraba lo suficientemente limpia.
Estaba sucia, sucia, muy sucia, el hedor la mareaba... Salió a la calle y se fue a la compra. Llenó el carrito de un amplio surtido de jabones, geles de baño, cremas, detergente en polvo, detergente líquido, en pastillas, colonias, perfumes, esponjas, estropajos, de todas las marcas, olores, sabores, con alcohol, sin alcohol, PH neutro...
Llenó la bañera con todo ello y se sumergió lentamente durante horas, durante días, durante años, durante siglos...
Se frotó hasta quedarse en carne viva, se bebió el contenido de los frascos de suavizante, se emborrachó de colonia, esnifó el detergente en polvo...
lava más blanco,
lava más blanco,
lava más blanco!!
Pero ella, aún así, seguía sintiéndose sucia, muy sucia, a pesar de que ya ponía los ojos en blanco, y no tenía a nadie a quien pedir auxilio porque hasta su agenda estaba en blanco.
Ella misma se había quedado en blanco.
Miraba lánguida por la ventana y envidiaba a las palomas blancas. Salía a pasear y se enamoraba de las nubes blancas, de las rayas blancas de los pasos de cebra, de los merengues blancos que le saludaban desde los escaparates de las pastelerías, de los uniformes blancos de las enfermeras...
Y al caer la noche, su pesadilla sin mácula la torturaba... Las palomas blancas le arañaban los ojos, le arrancaban el pelo, las nubes blancas lloraban semen, manchando su vestido blanco. Las enfermeras, con sus batitas blancas, la empujaban con sus manos enfundadas en guantecitos blancos, y la tiraban al suelo, donde las rayas blancas de los pasos de cebra se volvían pegajosas como el merengue y le impedían levantarse.
Lava más blanco, mujer,
lava más blanco,
blanco nuclear (no daña los tejidos).
Las vecinas envidiarán su colada blanca, blanca, impecable, inmaculada. Ella era... un blanco perfecto (para los dardos de la locura).
Aún así, el olor putrefacto del sexo aún la perseguía. (sucia, estaba sucia, cubierta de abominable inmundicia) En un frenético arrebato suicida, corrió hacia el cuarto de baño, se recostó en la bañera, y con un trozo de cristal se abrió las venas. Pero de sus brazos no brotó sangre, sino burbujas, un inmenso río flotante de pompas de jabón.

El amor es un cuento.



La mujer que yo quiero no necesita bañarse cada noche en agua bendita.